La dermatitis atópica es una enfermedad predominantemente infantil.
Aparece durante los primeros meses o años de vida y, en un porcentaje muy elevado de casos, los síntomas van suavizándose hasta desaparecer a partir de los 7 años.
El número de casos registrados aumenta año tras año de forma alarmante, sobre todo en países occidentales o con estilos de vida occidentalizados, en zonas urbanas y en clases socio/económicas favorecidas, siendo los niños son los más afectados y los que tienen más probabilidades de padecerla.
Algunas cifras nos darán una visión más concreta del problema.
- Afecta a alrededor del 15 % de la población, con una distribución muy irregular: en países desarrollados y entornos urbanos la incidencia se dispara, habiendo llegado a multiplicarse por 3 en las últimas décadas y pudiendo alcanzar, en estas zonas, a más del 20 % de la población, principalmente infantil.
- Los antecedentes familiares de DA o de cuadros alérgicos incrementan las posibilidades de padecerla hasta en un 40 %, si se trata de uno de los progenitores, y hasta en un 80% si ambos tienen o han tenido piel atópica.
- Afecta hasta a un 15% de niños entre 2 y 12 años.
- El 60 % de los casos se inicia durante los primeros meses de vida, concretamente durante el primer semestre, afectando hasta a un 30 % de lactantes de padres alérgicos.
- Casi el 90 % de las veces debuta antes de los 5 años.
- A partir de los 7 años la posibilidad de desarrollar dermatitis atópica cae hasta el 10 % en niños, y hasta el 3 % en adultos .
- No más de un 10% de afectados mantendrá la condición atópica en la edad adulta.
- Cuanto más tarde aparece, menor es la probabilidad de remisión espontánea temprana.
- Los niños con hermanos atópicos tienen más probabilidades de serlo.
- Los bebés y los niños tienen brotes de unos 20 días de duración, y una media de entre 4 y 5 anuales, pero estas cifras son meramente orientativas.
- Los padres incrementan su absentismo laboral, llegando a faltar al trabajo una media de 20 días al año a causa de la enfermedad de sus hijos.
- Hay zonas rurales en las que apenas se manifiesta, pero cuando la población de estas se traslada a zonas metropolitanas, las cifras se igualan rápidamente, lo que demuestra que el entorno tiene un peso específico importante en esta patología.
- No hay una diferencia destacable por sexos.
Cómo saber si tu hijo padece dermatitis atópica
Aunque los síntomas principales son siempre los mismos, y se puede manifestar en cualquier zona del cuerpo, hay patrones que tienden a repetirse según la edad y ayudan al diagnóstico, que debe estar refrendado por un profesional de la salud.
Uno o dos síntomas no son señal inequívoca de DA, y estos han de prolongarse en el tiempo (una urticaria de origen desconocido que dure dos o tres días no es, en principio, motivo para sospechar la posibilidad de piel atópica).
Los principales síntomas son:
- Un picor intenso y perseverante, difícil de calmar y que provoca un rascado constante e inconsciente que, a su vez, origina un empeoramiento general del cuadro, con riesgo de sobreinfección.
- Lesiones cutáneas, que pueden presentar exceso de sequedad y descamación o vesículas con aspecto húmedo y/o supurante.
- Engrosamiento de la piel en zonas de roce, como codos y rodillas (liquenificación).
- Eczema en manos y pies.
- Piel reactiva, fácilmente irritable y susceptible a infecciones de todo tipo.
- En bebés y niños también aparecen alteraciones de sueño, falta de descanso; llanto continuado; irritabilidad e incomodidad manifiestas; rascado descontrolado, con provocación de heridas y sangrado, no solo con las manos, sino con y contra objetos y superficies. Los niños muy pequeños no pueden expresar su malestar verbalmente ni explicarlo, así que lo manifiestan de múltiples formas.
- Cursa por brotes, y entre estos la piel puede llegar a estar asintomática durante períodos largos (hasta de años).
Bebés:
- Suele aparecer a partir de los dos meses, aunque puede hacerlo antes.
- En la cara se manifiestan como placas inflamadas, enrojecidas y exudativas, con aspecto de costra en mejillas, frente, cuero cabelludo y pliegues de las orejas.
- En el cuerpo se extiende principalmente a la parte anterior del tronco, nalgas y a lo largo de brazos y piernas, normalmente de forma simétrica, en placas de eczema.
Niños entre 2 y 12 años:
- Puede reaparecer después de un período de remisión, de hasta 3 años, o empezar en cualquier momento de esta etapa, aunque, cuanto mayor es el niño menor es la probabilidad de que desarrolle la enfermedad.
- Las lesiones se dan prioritariamente en los pliegues de rodillas y codos, cuello, muñecas, caderas, palmas de las manos, plantas de los pies y alrededor de la boca.
- Empiezan a verse zonas de piel con engrosamiento crónico debido al roce y el rascado, que remite cuando las condiciones que lo provocan cesan.
El prurito está invariablemente presente y altera la vida del niño y de la familia.
Las buenas noticias son que no es una enfermedad grave, que no compromete órganos ni sistemas vitales en ningún caso, y que tiende a mejorar con el tiempo, e incluso desaparece en un porcentaje elevado de casos.
Las causas de la dermatitis atópica
Todavía no están claras, pero sí hay un consenso general a la hora de determinar que son varias y todas ellas afectan a la estructura de la dermis y la epidermis, invalidando el efecto barrera de la piel, que pierde humedad y grasa en exceso y se vuelve extremadamente sensible y reactiva.
No es una enfermedad alérgica, aunque puede ser precursora de posteriores alergias y de la marcha o tríada alérgica: dermatitis atópica, rinitis alérgica y asma, acompañados a veces por conjuntivitis.
Tampoco se considera una enfermedad autoinmune, propiamente dicha, pese a que implica directamente al sistema inmune y en muchos casos hay constatación analítica de la participación de este.
El nombre hace referencia a la inflamación de la piel (dermatitis) y a su hiperreactividad a los estímulos normales (atopia), que se expresa a través de la respuesta exacerbada del sistema autoinmune. La atopia describe un grupo de respuestas autoinmunes que no son exactamente alérgicas pero sí se relacionan con alergias.
Las personas atópicas tienen más probabilidades de terminar desarrollando una o varias alergias.
La herencia eleva la posibilidad de desarrollarla y hay, definitivamente, factores genéticos en su origen, con uno o varios genes mutados, pero parece que las condiciones ambientales son las que, a la postre, concretan su debut.
Por otro lado, cualquier persona sin antecedentes familiares puede desarrollarla en cualquier momento de la vida, y se ignoran, hoy por hoy, las causas y los medios por los que esto es así.
Para entender mejor la DA es interesante conocer por encima cómo funciona la piel y de qué modo esta afección la altera.
La piel está formada por dos o tres capas (hay quienes no consideran el tejido subcutáneo como parte integrante la misma, estrictamente hablando).
La epidermis es la parte más externa, está compuesta principalmente por células llamadas queratinocitos que se renuevan constantemente, de dentro hacia afuera, y que cuando alcanzan el nivel exterior pierden el núcleo y pasan a formar la capa córnea.
Esta capa córnea es como un muro firmemente construido y compactado, semiimpermeable, que constituye la llamada barrera cutánea. Las células que la conforman están unidas entre sí por lípidos producidos por la propia piel (grasas como las ceramidas, el colesterol y los ácidos grasos) que actúan a modo de cemento y que, junto con una capa acuosa compuesta por aminoácidos y ácidos, crea la película hidrolipídica (de agua y grasa) que cubre la piel, aportando el pH ligeramente ácido que la caracteriza.
Esta película es fundamental para la salud dérmica, porque proporciona el medio ideal en el que los microorganismos que defienden nuestra piel prosperan y se mantienen estables, creando la llamada microbiota cutánea.
Vemos que la piel alberga, literalmente, vida propia, una especie de universo microscópico formado por virus, bacterias y hongos (fauna y flora) cuya supervivencia y estabilidad dependen de la salud de la capa córnea, la epidermis y la dermis, que nutre a la anterior. Estos microorganismos, a su vez, ayudan a la capa córnea a autorrepararse cuando se daña.
Pues bien, cuando hay dermatitis atópica todo este sutil e interdependiente equilibrio se desmorona.
Falla la producción de lípidos, ácidos y aminoácidos, que se origina en la dermis (la capa inferior no expuesta al exterior); la pared cutánea pierde integridad estructural, de modo que aparecen agujeros, se caen los ladrillos o no se colocan bien ni funciona el cemento entre ellos; la humedad y grasas escapan descontroladamente; los agentes externos encuentran menor resistencia e impedimentos para colarse y provocar infecciones, porque la microbiota también está tocada e incapacitada para cumplir adecuadamente su función.
Además, la cantidad de sudor y su distribución se ven también alterados, sumando un ingrediente más al desequilibrio.
Y ahí tenemos la DA: erosión cutánea, inflamación, picor, heridas, infecciones, etc.
Prevención
En el caso de bebés y niños, la prevención es posible hasta cierto punto. Las medidas a tomar no garantizan la evitación de la enfermedad, pero sí parecen contribuir a que esta no se manifieste o lo haga de forma más leve, y pueden tomarse incluso antes del nacimiento del niño.
No hay estudios concluyentes al respecto, pero algunos apuntan a que estas medidas podrían contribuir a evitar que el bebé llegue a desarrollar atopia cutánea.
Ya que cualquier sujeto puede presentar piel atópica, tenga o no tenga antecedentes familiares, las medidas a tomar son aconsejables, no suponen esfuerzos extra y resultan beneficiosas siempre.
- La futura madre puede, durante el embarazo, hacer un régimen de vida que comprenda una dieta equilibrada (aquí te contamos más: Relación entre alimentación y dermatitis atópica); ejercicio moderado y regular, a ser posible al aire libre; evitar la exposición a agentes químicos de todo tipo; estar relajada y descansar adecuadamente.
- La lactancia materna, sin ser una garantía, parece contribuir a mejorar las posibilidades de un niño de crecer exento de DA, como apuntan estudios realizados, aunque los resultados no son concluyentes.
Prolongar la lactancia todo el tiempo posible es lo ideal, ya que puede mantenerse incluso cuando se van introduciendo alimentos sólidos. El mínimo deseable son cuatro meses. - Sí que hay estudios que avalan la importancia de hidratar el cuerpo del niño desde el primer día de vida, sistemáticamente. Esta simple medida ha demostrado reducir significativamente la incidencia de la enfermedad y mejorar el diagnóstico cuando, pese a todo, aparece.
- La exposición del bebé al aire libre, en ambientes no contaminados, y la evitación del contacto con sustancias químicas de todo tipo también parecen tener efecto positivo e incrementar sus posibilidades de crecer completamente sano.
- Existe un consenso casi universal respecto a la influencia de la higiene en el brutal incremento de la DA. Desde luego, es importante que los niños crezcan en un entorno seguro y limpio, pero el exceso de prevención, cuidado y asepsia, como evitar exponerles a cualquier germen, polen, animal, etc., parecen incrementar sus posibilidades de desarrollar muchas enfermedades autoinmunes y alergias.
Como ejemplo, se ha comprobado que limpiar los chupetes de los niños chupándolos no solo no es peligroso, sino que incrementa sus defensas y fortalece su sistema autoinmune.
Los bebés tienen sus órganos y sistemas corporales inmaduros, lo que les hace más frágiles y susceptibles de desarrollar reacciones exageradas. La falta de contacto con microorganismos, animales, plantas, polen, aire libre y limpio retrasa y atasca la mejora de la protección natural que tendrían que ir adquiriendo.
¿Cómo encontrar el equilibrio? Utiliza el sentido común y consulta con tu pediatra. Las medidas higiénicas y preventivas que aplicamos con los recién nacidos deben ir relajándose con el paso del tiempo.
Es bueno que los niños jueguen al aire libre, se tiren al suelo, se ensucien, chupen cosas, se bañen en el mar, ríos, lagos y piscinas, toquen y compartan objetos con otros niños de cualquier edad, etc. Tan importante como proporcionales un entorno limpio lo es evitar uno estéril.
La desproporción de casos de DA (y de alergias, problemas autoinmunes y otras enfermedades) entre las poblaciones rurales, las llamadas “desfavorecidas”, las de países en vías de desarrollo, por un lado, y las urbanas sobreesterilizadas, por el otro, no deja lugar a dudas. No se trata de criar a los niños en entornos peligrosos y con falta de higiene, sino de no pecar de excesos innecesarios y también peligrosos.
Alergias y dermatitis atópica
Es incuestionable la relación entre ambas, pero es preciso aclararla y delimitarla.
La dermatitis no es una enfermedad alérgica y tampoco es un indicio de que existan o vayan a existir alergias en un futuro.
Las alergias pueden ser las causantes de la DA, pero no es frecuente. Cuando esto sucede, la identificación del alérgeno y su evitación suponen el fin de la misma.
Por otro lado, muchas veces hay alergias implicadas, lo que no significa que sean la causa ni la consecuencia de la dolencia.
Cada vez hay más alergias alimentarias relacionadas con la dermatitis atópica en bebés y niños.
Si sospechas que puede ser el caso de tu hijo, porque has observado reacciones o hay antecedentes familiares, házselo saber al médico por si considera necesario tomar medidas concretas y/o hacer pruebas específicas.
No retires ningún alimento de la dieta de tu hijo de forma definitiva sin un motivo fundado: puedes hacerlo para ver si mejora, o si empeora claramente al reintroducirlo. Los niños necesitan una dieta equilibrada, sana y variada.
También hay otras alergias de todo tipo, que empeoran la piel atópica y ayudan a su mejoría cuando son detectadas, identificadas. y tratadas. El problema es que no siempre es fácil hacerlo.
Es interesante, y una ayuda mucho mayor de lo que podrías pensar en principio, llevar un diario, escueto pero completo, en el que registres todo lo que puedas y se te ocurra: qué come y bebe tu hijo, qué hace, toca, chupa, se pone, etc., el clima y el tipo de ambiente en que está (calor, sequedad…), su ropa, los cambios en sus rutinas y costumbres, o en las de la familia, sus horarios, sus estados anímicos y emocionales, las veces que hace pis, caca o vomita (los bebés vomitan con cierta facilidad, pero los vómitos frecuentes y continuos no son normales) y cómo reaccionan su piel y su cuerpo. Esto te permitirá descubrir patrones y averiguar con qué mejora, con qué empeora y, quizá, qué le está produciendo alergia, ya que las reacciones cutáneas pueden no ser inmediatas, dificultando su identificación.
Pregunta al médico qué parámetros debes observar y anotar, pero incluye todo lo que te parezca interesante o pertinente: más vale que tengas un exceso de información que dejar escapar algún dato importante (y, de entrada, no sabes qué puede serlo).
Si tu hijo ya habla, pídele que te cuente cómo se siente, qué cosas nota que le molestan o hacen daño, y anota lo que te cuente, sin juzgarlo o considerarlo exagerado, inventado o imposible. Con el tiempo aprenderás a discriminar la información.
Puede haber intolerancias, que producen reacciones menos agresivas e inmediatas, y que son difíciles de establecer cuando sus efectos se distancian de la ingesta o el contacto con su causa.
Tratamiento de la DA
La dermatitis atópica no tiene cura hoy en día.
Los tratamientos buscan minimizar los brotes y rebajar al máximo su aparición. En este sentido, es importante intervenir en cuanto aparece uno, para evitar que se asiente y se extienda.
El tratamiento ideal debería:
- Reducir la inflamación y el picor.
- Frenar el deterioro cutáneo.
- Proteger la piel, reponiendo, en la medida de lo posible, los elementos que esta pierde.
- Permitir y promover la recuperación de la película hidrolipídica y de la capa córnea, así como de todas las estructuras y funciones cutáneas alteradas.
Dado que se desconocen las causas primigenias de la DA y no se termina de entender bien cómo, por qué y cuándo se desarrolla, la medicina únicamente puede ofrecer tratamientos enfocados a paliar o eliminar los síntomas.
Los nuevos medicamentos biológicos y los tratamientos inmunosupresores están dando buenos resultados en los casos más difíciles y graves, brindando a los enfermos la oportunidad de mejorar de forma notable su calidad de vida.
Los tratamientos médicos tienen todos posibles efectos secundarios, por lo que es necesario que estén prescritos y supervisados por el pediatra y/o el especialista, cuando su concurso esté indicado. En estas condiciones, son seguros y efectivos (pero recuerda que no curan la DA, solo alivian o eliminan, en el mejor de los casos, los síntomas).
Las dermatitis atópicas leves no suelen necesitar medicación, excepto si hay un brote especialmente intenso, y, normalmente, reaccionan bien y rápido a los inmunomoduladores o corticoides tópicos. Sigue las instrucciones médicas al pie de la letra, respetando la frecuencia, cantidad y duración del tratamiento indicados.
En casos moderados o severos será siempre el médico el que evalúe la necesidad de uno u otro, el que hará el seguimiento y establecerá los protocolos. Hoy en día la medicina cuenta con diversas posibilidades que dan buenos resultados y mejoran ostensiblemente la piel y la vida del enfermo.
Consulta todas tus dudas y temores con el pediatra, pídele información y sé parte activa de las soluciones para tu hijo.
Los tratamientos actuales son:
Inmunomoduladores y corticoides.
Son excelentes antiinflamatorios y contribuyen a reducir el picor.
Se administran por vía tópica para casos leves o moderados, y por vía oral para los moderados o graves.
Pueden ser administrados por vía parenteral (inyectados), pero no es común.
Los primeros tienen menos efectos secundarios, se pueden utilizar durante períodos más largos, pero son más suaves.
Por otra parte, los corticoesteroides de cuarta generación son muy seguros hasta en pediatría y pueden aplicarse durante más tiempo, de ser necesario.
Inmunosupresores.
Se utilizan en casos moderados y graves, por vía oral o parenteral, con controles analíticos periódicos.
No pueden usarse prolongadamente, aunque suelen dar resultados en poco tiempo.
Medicamentos biológicos.
En realidad son un nuevo tipo de inmunosupresores.
Se administran por vía parenteral, bajo estrictos controles y protocolos y cuando los demás tratamientos no han dado resultado.
Fototerapias.
No acostumbran a aplicarse en pediatría y han de hacerse siempre en un entorno clínico y controlado.
Los tratamientos más comunes y estándar son los tópicos, y más en niños, ya que, como hemos mencionado, la DA tiende a mejorar, por lo que los pediatras son más bien conservadores, confiando en la normal mejoría y reservando los más agresivos para los casos extremos.
Cuando hay infección habrá que tratarla con productos específicos, una vez determinada el origen de la misma. No lo hagas por tu cuenta porque puedes empeorar el problema si no aplicas el tratamiento adecuado. Las infecciones pueden ser no solo bacterianas (con frecuencia por staphylococcus aureus), sino víricas, como el herpes o los moluscos, o fúngicas (producidas por hongos), como la candidiasis.
Mejorar la vida de tu hijo
Son muchas las cosas que puedes hacer y las rutinas que puedes incorporar a tu vida, la de tu hijo y la de toda la familia, para mejorar vuestro día a día y aminorar el impacto de la enfermedad.
Puedes ver más aquí: Guía completa de remedios para la dermatitis atópica.
Higiene personal y del entorno.
- La piel de los niños debe estar limpia para prevenir posibles infecciones, pero recuerda que es importante no mantenerle en una burbuja estéril, aislado del mundo y de todas las ventajas que el contacto con este le proporcionarán.
- Los baños están indicados en bebés y niños muy pequeños. Cuando puedan elegir, dúchale si lo prefiere. Es importante que el niño participe y disfrute de su propio cuidado.
- El agua templada es la más indicada (hasta 35º), y la exposición a la misma debe tener una duración moderada, que no supere los 15-20 minutos en el baño y los 5-10 en la ducha.
- Lávale suavemente con las manos (fuera esponjas, manoplas y demás) y limita el jabón o gel a las zonas en que sea imprescindible.
- La frecuencia del baño o la ducha deberás determinarla en función del estado de la piel de tu hijo: a veces es mejor hacerlo a diario y otras en días alternos. Incluso, en momentos de mucho picor, un baño extra puede ser recomendable, no para lavarle, sino para proporcionarle un rato de alivio y relajación.
- Sécale con toallas suaves de algodón, sin frotar, con toques o presionando el tejido contra el cuerpo con delicadeza.
- Los baños de mar y en la piscina suelen mejorar la piel atópica y suponen momentos de diversión y distracción para los niños. Aclárale muy bien al salir, ponle crema y protección solar y cerciórate de que está resguardado del sol directo.
- Observa si algunos pañales o toallitas húmedas le irritan o le hacen llorar.
- Elimina las colonias y los perfumes de la vida de tu hijo, de los productos que uses para él, y observa si reacciona a los que usáis los demás miembros de la casa.
- Elige artículos elaborados con ingredientes naturales y con fórmulas sencillas: cuantos más ingredientes, más riesgos.
- Cuando tu hijo vaya creciendo enséñale cómo lavarse y secarse, y explícale que debe ser amable con su cuerpo y su piel.
- Asegúrate de que tiene las uñas siempre cortas, lisas y limpias (son una fuente de posibles infecciones) y enséñale a cepillárselas en cuanto pueda hacerlo solo.
- Utiliza jabones neutros, sin perfume y no agresivos para limpiar el baño, las toallas y, en general, toda su ropa y sus enseres. Descarta la lejía y los suavizantes. Si extiendes estas normas a toda la familia ahorrarás tiempo, dinero y complicaciones diarias.
- Jabones sin detergente, perfume y no agresivos, tienen que ser tu primera opción, para la casa y la lavadora. Muchas veces puedes sustituirlos por productos como el bicarbonato, el vinagre o el limón.
- No uses aerosoles o vaporizadores, ambientadores ni insecticidas. Hay alternativas naturales que dan muy buenos resultados y dejan mejores olores y sensaciones en el ambiente.
- Los aspiradores son mejores para la limpieza que las escobas, porque retiran polvo, pelos, pelusas y otros elemento de forma permanente.
Cuidados diarios de la piel.
La piel de tu hijo necesita hidratación constante para minimizar el impacto de la atopia, mantenerla flexible y rebajar el picor (consulta nuestro artículo Las mejores cremas para pieles atópicas: nuestra recomendación).
Aplícale una crema hidratante al menos dos veces al día:
- Cuando lo hagas después del baño o la ducha, pónsela con la piel todavía un poco húmeda, para favorecer la absorción.
- Si tienes que ponerle un tratamiento tópico, hazlo antes, también sobre la piel húmeda, espera unos minutos a que se absorba y aplica encima la hidratante.
- En general, los niños no deberían salir a la calle sin protección solar, pero los niños con DA no pueden hacerlo bajo ningún concepto, así que deberás ponérsela siempre, sobre la hidratante. A los menores de 6 meses no se les debe exponer al sol. Después, el sol es necesario, pero en pequeñas dosis, con protección y a horas de mínimo impacto. Acostúmbrate a sacarle a la calle con gorro o gorra y lleva una sombrilla añadida a su cochecito o sillita.
- Tendrás que probar las cremas antes de extenderlas por todo el cuerpo, ya que es la única garantía que vas a tener de que no le hacen daño. Espera un rato, porque la reacción no es necesariamente inmediata. Cuando el niño crezca, será capaz de avisarte si hay algún problema. Fíate de su reacción, por encima de las etiquetas o garantías de las cremas.
- Aplícale emulsión tantas veces al día como lo necesite.
- Ten cremas de varios tipos y texturas, para diferentes momentos, actividades, climas y estaciones del año.
- A veces es un buen sistema ponerle una crema muy ligera, tipo gel, loción o leche, e, inmediatamente después, una más densa y grasa. Pruébalo.
- Ten cuidado con los ojos y la boca al extender cualquier producto.
- Frota las cremas entre las manos para calentarlas, y más si son especialmente grasas, densas, untuosas y difíciles de extender.
- Evita frotar.
- Cuando tu hijo crezca, enséñale a ponerse crema, pregúntale cuál le gusta o alivia más y explícale la importancia de mantener la rutina del cuidado diario de su piel.
- Pon atención a la composición de las cremas: pocos ingredientes y lo más naturales posible, son las mejores opciones. Asegúrate de que los ingredientes que buscas están en proporción suficiente como para hacer efecto (de otra manera, estarás pagando por humo). Mira el INCI (el listado de ingredientes, que, por ley, debe aparecer siempre): cuanto más cerca del final estén enumerados, en menor cantidad aparecen en la fórmula, por lo tanto, si en una crema con caléndula esta figura hacia el final de la lista, descártala, porque no hará el efecto deseado.
- No le abrigues en exceso, porque demasiado calor le perjudicará, y para evitar que sude, lo que puede llegar a empeorar mucho su piel (recuerda que, por su edad y su enfermedad, no regula bien la temperatura corporal ni el sudor).
La ropa de tu hijo y los objetos a su alcance.
La piel de los bebés y los niños pequeños es más delicada y sensible, porque sus defensas no están completamente desarrolladas. Y la de los niños con DA lo es mucho más, así que hay que poner mucha atención y cuidado con todo lo que esté o pueda estar en contacto con ella. La ropa merece, por ello, un apartado propio.
- En cualquier época del año, la mejor opción es el algodón 100%, sobre todo para las prendas interiores que están en contacto directo con su cuerpo.
- Las prendas claras tienen menos tintes y por lo tanto, menor riesgo de ocasionar reacciones.
- No le pongas nunca prendas de lana: pica y puede ser alérgena.
- Elige ropa holgada, pero no en exceso: las arrugas pueden también molestarle o dañarle.
- Corta o descose todas las etiquetas: también las de los peluches y juguetes.
- Los niños crecen muy rápidamente: no dejes que la ropa se le quede pequeña y pueda apretarle o dejarle marcas: lo que es molesto para otros niños, se convierte en doloroso e irritante para los niños atópicos.
- Asegúrate de que las costuras no le incomodan.
- Si compras prendas con mezcla de tejidos sintéticos, comprueba que es suave al tacto y que no le provoca sudor. Procura la proporción de algodón sea elevada.
- En verano estará más cómodo cuanto menos vestido esté.
- Si no necesita calcetines ni calzado (los bebés no lo necesitan hasta que empiezan a intentar andar), no se los pongas.
- Los zapatos deben ser de piel o de tejidos transpirables. Cuidado: a veces los tintes de las pieles producen irritación o alergias.
- Lava la ropa nueva antes de estrenarla para retirar cualquier sustancia potencialmente irritante.
- Aclara toda su ropa dos veces, para asegurarte de que no quedan restos de jabón.
- Como ya te hemos indicado, usa jabones suaves, neutros y sin perfumes: ni lejía ni suavizantes. Si añades un chorro de vinagre de manzana a la colada conseguirás un efecto parecido sin riesgos.
- Otra opción para una colada más suave es utilizar la secadora, si la tienes: la ventaja añadida es que polvo, pelos, etc. quedarán en el filtro de la misma.
- Si tu hijo no tiene alergia y vives en zonas con aire limpio, tender al sol y al aire es la mejor opción.
- Estas indicaciones rezan también para cualquier tejido que entre en contacto con tu niño: baberos, gorros, muñecos y peluches, sábanas, toallas, mantas, cobertores, las telas de su cochecito o sillita de paseo, su trona…
- Los textiles del hogar también deben ser lo más amables posible para la piel de tu niño: tapicerías de sofás, cojines, alfombras o moquetas (si hay alergias es mejor evitarlas), cortinas, etc.
- Cuidado con el plástico o los metales: le pueden hacer sudar o pueden quedársele pegados, provocando molestias o dolor al separarle de ellos (las tronas, por ejemplo, suelen estar hechas y forradas de materiales plásticos).
- En cuanto los bebés con DA empiezan a coger y manipular objetos pueden desarrollar atopia en las manos. Ten cuidado con las cosas que dejas a su alcance y detecta qué materiales le afectan.
- El sudor de manos y pies puede empeorarlos mucho.
- Es mejor un chupete que que tu hijo se chupe los dedos.
- Lo que coma, muerda y chupetee le puede irritar mucho la zona peribucal. Busca alternativas seguras para él, porque es muy difícil evitar que lo haga, y más cuando está echando los dientes.
- Si tu bebé se rasca contra las superficies en busca de alivio colócale en sitios que no vayan a suponer un riesgo de roces, arañazos o golpes.
- Los guantes o las manoplas de algodón 100% son una opción para las noches si se rasca tanto que se produce heridas y sangrado.
Los espacios.
Tu hijo es especialmente susceptible a su entorno, así que es importante hacérselo lo más cómodo posible.
- Procura que los espacios estén bien ventilados y limpios. Por supuesto, deben ser totalmente libres de tabaco y de humos.
- La pintura de las paredes, el papel pintado, incluso la cola que se utiliza para pegarlo, pueden ocasionar problemas.
- Vigila que la temperatura no sea excesiva, que el ambiente no esté demasiado seco o húmedo y regúlalo con humidificadores o aire caliente. Un nivel de humedad un poco elevado es lo ideal, pero deberás observar a tu hijo para ver si mejora o empeora con el frío, el calor o la humedad. Definitivamente, la sequedad ambiental no es buena para las pieles atópicas.
- Los niños pequeños viven tirándose al suelo, subidos a sofás, camas y cualquier cosa: vete enseñándole a tener cuidado con posibles roces o golpes que puedan ocasionarle heridas, y retira objetos innecesarios que puedan dañarle.
- Estar al aire libre le sentará bien, siempre que no tenga alergias estacionales. Paséale a diario, abrigándole bien si hace frío y asegurándote de que no le da el sol directamente. Ponle protector solar tantas veces como sea necesario.
- Cuando le bañes o duches, ten el cuarto de baño a una temperatura agradable pero no excesiva, y procura que no haya demasiada condensación.
- Su dormitorio debe estar totalmente adaptado a él y sus necesidades: conviértelo en un espacio cómodo y seguro.
Vamos a la cama.
Las noches son un momento especialmente difícil para quienes tienen piel atópica, porque el picor se incrementa, afectando al sueño y la calidad del descanso.
Cuando hablamos de niños, esta situación repercute sobre toda la familia, porque lloran, se quejan, se desvelan y porque la falta de reposo les hace más irritables y reactivos durante el día.
Es bueno establecer una rutina a la hora de ponerles a dormir, para propiciar y mejorar su sueño:
- Da lo mismo en qué orden hagas las cosas, pero intenta que sea el mismo todos los días.
- Desde el momento en que empieces a introducir alimentos en su dieta, prepara cenas ligeras y no muy abundantes.
- Cántale suavemente o háblale bajito para ayudarle a dormir. Puedes leerle un cuento incluso desde bebé: cuando vaya creciendo, lo asociará al bienestar y el descanso y le ayudará a dormir mejor.
- Hidrátale: puedes aprovechar la noche para aplicarle cremas grasas o untuosas, que le nutran y protejan más. Por la noche la piel se regenera y es un buen momento para un extra que pueda impulsar este proceso.
- Acuéstale con algún juguete, peluche, tela u objeto que le guste y le consuele (asegúrate de que no le puede dañar y quítales las etiquetas).
- Cuando tenga un brote o le pique más, báñale antes de acostarle para aliviarle y relajarle.
- Si tiene un tratamiento tópico prescrito, aplícaselo antes de domir para facilitarle el sueño.
- Los materiales del colchón, las almohadas y los rellenos de los cojines también tienen que ser seguros.
Más cosas.
Si tu bebé tiene piel atópica es posible que sea así durante toda su infancia, pero recuerda que tiende a moderarse e incluso desaparecer con el paso del tiempo. No te impacientes y, mientras tengáis que vivir con ella, intenta hacer su vida, la tuya y la de toda la familia lo más normal y fácil posible.
- Los aspectos emocionales de la DA en niños.
Se sabe que el estrés es uno de los desencadenantes y agravantes de la condición atópica. En realidad, el estrés es necesario para la vida, y tanto la psicología como la psiquiatría distinguen dos tipos de estrés:
-
- El distrés: es el estrés como solemos interpretarlo, es decir, tensión, fatiga, ansiedad; el estrés “malo”, que provoca reacciones fisiológicas negativas (bajada de defensas, cansancio extremo, insomnio, depresión y crisis de todo tipo); el que hay que evitar o aprender a manejar y reducir.
- El eustrés: o estrés positivo. Para vivir necesitamos una tensión mínima que nos mantenga activos. A esta tensión necesaria y a la que nos induce a actuar, disfrutar, sacar partido a cualquier situación, etc. se la llama distrés. Hay distrés cuando tenemos ganas de hacer cosas, cuando tenemos respuestas naturales y positivas ante las cosas, cuando afrontar el día a día nos estimula y nos llena de energía.
Evidentemente, el distrés es deseable, pero para alguien afectado por la dermatitis atópica y, por lo tanto, muy susceptible ante cualquier cambio psicológico o emocional, también puede ser motivo de empeoramiento, por lo que lo mejor es intentar encontrar un punto medio.
Los niños reaccionan mucho a los estímulos del tipo que sea: los hay que ante la perspectiva de unas vacaciones, la llegada de Los Reyes Magos, etc. se excitan tanto que hasta se ponen febriles.
Tenlo en cuenta e intenta que tu hijo viva lo más tranquilo posible, lo que no significa que tengas que sobreprotegerle, sino más bien que debes ir enseñándole estrategias para vivir en calma, sin perder ni un ápice de alegría y goce.
Obsérvale e irás descubriendo qué le afecta negativa o positivamente.
En este sentido, es muy importante que su entorno estimule y favorezca la tranquilidad.
-
- No te pases el día diciéndole que no se rasque, porque le estresarás más y el resultado será el contrario al que deseas. Invierte tu tiempo en explicarle con calma por qué no debe hacerlo, en hacerle tomar conciencia de cuándo lo hace y en enseñarle trucos para evitarlo (Cómo aliviar el picor de la dermatitis atópica).
- El resto de la familia debe tener tiempo para su descanso y disfrute, por el bien de todos.
- Sé paciente con tu hijo: cuando te desespera, es porque él está desesperado y no encuentra alivio ni puede lograrlo por sí mismo.
- Intenta que los rituales de cuidado de la piel se conviertan en momentos especiales entre vosotros, plantéalos como un rato de diversión, juego y relax.
- Según tu hijo vaya creciendo, ayúdale a entender su enfermedad, implicarse en su propio cuidado e ir asumiendo responsabilidades al respecto.
- La pubertad y la adolescencia son edades complejas para los niños y más para los que tienen problemas visibles en la piel, ya que pueden sufrir rechazo social en un momento en que las relaciones con los iguales empiezan a ser el centro de su vida, y muchos tienden a aislarse. Si es necesario, busca ayuda profesional para tu hijo y para la familia.
- Acostúmbrate, desde el principio, a preguntarle qué tal está y cómo se siente, y acostumbra a tu hijo a expresarse con libertad. Eso simplificará vuestras vidas y le ahorrará tensiones y problemas. Haz que su casa sea un lugar seguro en el que encuentre compresión, explicaciones y la posibilidad de manifestarse sin miedo.
- Hazle saber que su enfermedad no le define y no tiene por qué condicionar su vida ni impedirle hacer todo (o casi todo) lo que desee o se proponga.
- Ponle los límites necesarios para su seguridad física y emocional: no son negociables y así tiene que entenderlo (no hace falta hacerlo con amenazas ni castigos: si tú lo tienes claro tu hijo lo sabrá y actuará en consecuencia. Y te lo agradecerá).
- Más cosas a tener en cuenta.
- Aprovecha los baños para añadir sal marina, infusiones de plantas medicinales, vinagre de manzana o unas gotas de algún aceite esencial. Hazlo siempre poco a poco y comprobando que no resulta molesto.
- Ten en cuenta que todo lo que utilicen los que se acerquen al niño puede afectarle: cosméticos, colonias y perfumes, lociones para después del afeitado, tientes y productos para el pelo, laca de uñas, joyas y bisutería, la ropa.
- Las mascotas son una potencial fuente de problemas, pero si no es así, son aliados magníficos para criar a los niños: les acompañan, aprenden muchas cosas con ellas (a cuidar a otros, a responsabilizarse), refuerzan su sistema autoinmune y ejercen un demostrado efecto antiestrés.
- Quien vaya a tocar a tu hijo debe lavarse las manos antes para prevenir el contacto con sustancias peligrosas para él (hasta un lavavajillas normal puede afectarle).
- ¡Atención a las uñas de las manos que tocan al niño! Deben ser cortas y estar bien limadas.
- Sin caer en el alarmismo, intenta que tu hijo no se haga heridas, porque pueden convertirse en lesiones cutáneas y porque pueden ser la puerta de entrada de patógenos que provoquen un brote o lo exacerben.
- Alimenta a tu hijo de forma sana como norma, pero permítele saltársela de vez en cuando: es un niño, y querrá chuches, comida basura, helados, refrescos, chocolate y dulces. Resérvalos para ocasiones especiales o para rituales privados: una vez a la semana, como una especie de fiesta, por ejemplo. El azúcar es un potente depresor del sistema autoinmune, provoca e incrementa la inflamación, altera la correcta absorción de nutrientes y presenta muchas otras grandes desventajas, así que es importante racionarla y restringirla al máximo.
- Acostúmbrale a realizar actividades al aire libre, pero recuerda que el sudor le empeora, por lo que tiene que evitar el ejercicio excesivo y los deportes que requieran demasiada actividad (mejor un arte marcial que el fútbol, por ejemplo).
- Cuando empiece a ir a la guardería o al colegio, informa a los profesores y solicita su colaboración en las áreas en que la necesites. No exijas medidas especiales que no sean necesarias, ni esperes un trato privilegiado para tu hijo: cuanto antes y mejor se integre más feliz será en su entorno escolar y con sus iguales.