

La dermatitis atópica afecta a un porcentaje cada vez más elevado de la población en países desarrollados, en entornos urbanos y en los niveles sociales más elevados.
Las cifras se han disparado en las tres últimas décadas, con un incremento de entre el 200 y el 300 %, y la tendencia sigue siendo al alza, por lo que puede considerarse una pandemia.
Afecta a niños hasta en un 30% y a adultos hasta en un 10% en países del primer mundo y en zonas metropolitanas.
El 90% de los afectados son menores de 5 años.
La piel atópica tiende a mejorar con el tiempo, y en muchos casos desaparece en los adultos de forma espontánea, pero también debuta en la edad adulta, y aunque el porcentaje de casos es mínimo, cuando lo hace suele ser más grave y persistente.
Estudios realizados en varios países han arrojado conclusiones sobre la epidemiología de la piel atópica:
- El factor hereditario incrementa la probabilidad de padecerla hasta en un 80% (cuando ambos progenitores tienen antecedentes propios o familiares).
- El clima es una circunstancia determinante: los porcentajes de afectados son sensiblemente más elevados en países y zonas frías, con independencia de la raza o el país de origen. Cuando habitantes de países con poca incidencia emigran a países más fríos ellos y/o sus descendientes parecen hacerse más proclives a desarrollar atopia.
- En verano se produce una gran mejoría (excepto en algunos casos), y la primavera y el otoño promueven el empeoramiento de la condición.
- No hay diferencias destacables entre sexos.
El qué, el por qué y el cómo de la dermatitis atópica
La dermatitis atópica se produce por una alteración en la estructura cutánea, tanto de la epidermis como de la dermis.
La epidermis es la capa superficial de la piel, está en contacto directo con el exterior y es la primera línea de defensa y protección del organismo.
En ella, las células conforman la llamada barrera cutánea, la capa córnea de la epidermis, compactada gracias a los ácidos, los lípidos y las proteínas. Cuando esta capa se deteriora, la piel se hace más permeable, de manera que no puede cumplir su doble función fundamental:
- Retener la humedad y la grasa necesarias para su correcto funcionamiento.
- Mantener a raya los patógenos externos (virus, bacterias, hongos y alérgenos) y preservar el correcto equilibrio de la flora propia.
La dermis es la capa más profunda de la piel, que nutre y sustenta la epidermis, a la que está fuertemente conectada. En ella están los capilares y los vasos sanguíneos, el colágeno y la elastina que proporcionan a la piel su flexibilidad y resistencia, las glándulas sudoríparas y los nervios, y, junto con la capa subcutánea (la capa grasa inmediatamente por debajo de ella), juega un papel primordial en la regulación de la temperatura corporal.
La DA (dermatitis atópica) provoca el fallo de la función de barrera dérmica: la piel se vuelve ineficaz y frágil, pierde agua y grasa en exceso y se hace vulnerable a los ataques externos.
Se desconocen las causas concretas por las que la DA termina apareciendo, aunque el consenso parece universal en un punto: es una enfermedad multifactorial, es decir, se precisa la concurrencia de varios factores para que finalmente se presente, y, siendo estos factores tanto internos como externos, son los últimos los que, a la postre, parecen marcar la diferencia y estimular la manifestación de la dolencia.
Los factores que se han identificado como determinantes son:
- Los genéticos: mutaciones en uno o varios genes están presentes en la mayoría de los casos.
- Los hereditarios: aunque la DA puede aparecer en cualquier sujeto, quienes tienen antecedentes directos de piel atópica o de condición atópica en general (alergias) tienen mayores probabilidades de presentarla.
- Los ambientales: tanto la genética como la herencia marcan una tendencia, pero no suponen una sentencia irrevocable. Son los factores ambientales los que terminan concretando el debut de la enfermedad.
Entre estos cada vez tiene más preponderancia el exceso de higiene de los núcleos urbanos, así como la pérdida de contacto con la naturaleza y la creciente exposición a productos químicos de origen industrial de todo tipo. Podría decirse que es un efecto colateral del desarrollo y las llamadas sociedades del bienestar.
No es una enfermedad alérgica, aunque puede ser la primera manifestación de la llamada “marcha atópica”, que termina con alergia o alergias manifiestas, cuyos principales síntomas son la rinitis, el asma y las conjuntivitis recurrentes.
El sistema inmune de quienes sufren este tipo de dermatitis responde desproporcionadamente a los estímulos externos, dando paso a una reacción inflamatoria exagerada.
Los síntomas son muy variados en forma, intensidad y duración.
- Inflamación.
- Picor: es, con la inflamación, el síntoma más común y el que más afecta a la vida de los enfermos. El picor suele ser intenso, constante y difícil de mitigar en muchas ocasiones.
- Sequedad extrema y descamación.
- Sobreinfección provocada por la condición cutánea y/o por el rascado, que la empeora.
- Vesículas (ampollitas) agrupadas que supuran y producen costras.
- Liquenificación, es decir, engrosamiento de la piel, sobre todo en zonas de roce como los codos y las rodillas.
- Edema (acumulación de líquido).
- Hay otros síntomas que no son tan comunes pero se presentan con frecuencia: ojeras, palidez, pitiriasis alba, inflamación de los labios, etc.
- Suele manifestarse en brotes agudos, de intensidad y duración variables no solo de un sujeto a otro, sino en el mismo sujeto, dependiendo de múltiples factores. Los períodos entre brotes llegan a ser asintomáticos, lo que no significa que la enfermedad haya remitido, por lo que es importante seguir suministrando cuidados de mantenimiento durante los mismos.
Cualquier zona del cuerpo puede verse afectada, pero, según la edad, aparecen más en unas que en otras.
- En lactantes las erosiones tienden a darse en el cuero cabelludo, el rostro, pliegues de las orejas, tronco, nalgas y extremidades, apareciendo también en las manos cuando empiezan a coger y tocar objetos.
Suelen verse a partir del tercer mes, aunque pueden hacerlo casi desde el nacimiento. La buena noticia es, que en un 50 % de niños con manifestación temprana de la patología, esta remite espontáneamente alrededor de los dos años.
- En niños a partir de los 24 meses las lesiones son más frecuentes en los pliegues cutáneos (cuello, orejas, tras las rodillas y los codos y en muñecas).
- En adolescentes, la DA tiene una distribución muy similar a la de los niños, pero, si no empieza a desaparecer naturalmente, se manifiesta con menor inflamación y edema y mayor sequedad, descamación y liquenificación.
- En adultos se presentan en cualquier parte del cuerpo, extendiéndose a veces por casi toda la piel, con sequedad, descamación, supuración, sobreinfección, engrosamiento, cambios en la pigmentación…
Muchos adultos tienen afectados los párpados, lo que requiere un control periódico del oftalmólogo.
Son pocos los casos en que la DA se mantiene en la edad adulta o en los que aparece por primera vez en esta, pero cuando ocurre suelen ser cuadros graves y más difíciles de tratar.
A cualquier edad, el picor es el principal síntoma a atajar, porque el rascado empeora y agrava mucho la piel, exponiéndola a peligros añadidos, y produciendo el círculo picor-rascado-picor que es precioso romper, para mejorar la vida cotidiana de los enfermos y reducir los potenciales riesgos de sobreinfecciones.
Para saber más sobre los cuidados a bebés y niños, te aconsejamos leer La dermatitis atópica en bebés y niños.
No es una enfermedad grave, ya que no compromete la salud integral de los pacientes, pero sí es una enfermedad que condiciona mucho el día a día de estos.
Tiene, además, un marcado efecto sociolaboral: cerca del 25 % de padres con niños atópicos faltan al trabajo con mayor frecuencia (hasta 20 días más); el absentismo de los enfermos a los centros de estudio o los puestos de trabajo es significativamente superior a la media: el aspecto de la piel y la necesidad constante de rascarse provoca rechazo en el entorno y vergüenza en los pacientes, de forma que hay aislamiento social y retraimiento, que afectan a niños, adolescentes y a adultos.
Como consecuencia directa del picor ses manifiestan otros síntomas asociados:
- Insomnio y cansancio crónicos.
- Agitación y nerviosismo.
- Ansiedad o depresión, agravadas por el impacto social.
Factores ambientales
Les dedicamos un apartado porque son determinantes en la manifestación de la DA y de los brotes que la caracterizan, y porque conocerlos permite intervenir para aliviar la condición de la piel atópica de forma importante.
En dermatología, como en tantas otras disciplinas médicas, se ha comprobado que, si bien la genética marca una tendencia, es el entorno el que, definitivamente, la pone en marcha o no. De hecho, una parte de la epigenética estudia la influencia del entorno en la modificación y activación de los genes.
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El estrés.
Hoy en día el consenso es casi unánime, y el estrés está considerado como uno de los principales desencadenantes y agravantes de la dermatitis atópica en todas las edades. De hecho, por su interrelación con el estado anímico y emocional del enfermo, también se conoce la DA como neurodermatitis (en alemán se la denomina así), aunque este término suele utilizarse para una afección cutánea diferente (liquen simple crónico).
El estrés tiene orígenes muy variados, y causas tanto endógenas y como exógenas, contribuyen a incrementarlo, de tal forma que también encontramos un círculo maldito que es importante detectar y romper: el estrés produce DA o un brote, los síntomas incrementan el estrés y este empeora la enfermedad.
Si entre los síntomas físicos, el peor estresante es el prurito, los síntomas emocionales y psicológicos asociados no pueden ser ignorados ni minusvalorados, porque inciden directamente en el estado del paciente y de su piel.
Por lo tanto, afrontar el control del estrés constituye una de las piedras angulares del tratamiento del eczema atópico.
Una vez que se presenta la patología, o un brote, es importante eliminar o rebajar todo lo posible el picor, y veremos más adelante los tratamientos que hay para conseguirlo. Si quieres más información al respecto, te recomendamos que leas Cómo aliviar el picor de la dermatitis atópica.
El estrés originado en la vida cotidiana se puede afrontar de múltiples formas:
- Favoreciendo en la medida de lo posible un entorno amable, relajado y relajante.
- Aprendiendo y practicando técnicas antiestrés, como meditación, yoga, tai-chi, PNL (programación nerolingüística), respiración consciente, biorretroalimentación, control mental, etc.
- Practicando ejercicio moderado y disfrutado: es un relajante natural muy efectivo.
- Realizando actividades por placer y libre elección, siempre que no conlleven un estrés mayor, como competir, por ejemplo.
- Con la ayuda de un terapeuta, que puede sugerir estrategias personalizadas y adiestrarnos en ellas.
- Garantizando un descanso suficiente y de calidad.
- Buscando situaciones y momentos que nos hagan sonreír y reír: la risa ha demostrado médicamente ser una gran aliada de nuestra salud.
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Temperatura y humedad.
Las temperaturas extremas y la sequedad ambiental exacerban los síntomas de la dermatitis atópica.
La mayor parte de los afectados por esta dolencia mejoran mucho en verano y notan más los efectos de la enfermedad en primavera y otoño, pero hay pieles atópicas que no soportan el calor o el frío, incluso en grados relativamente moderados.
El sol y la playa suelen ser un alivio, siempre y cuando no se abuse del primero, se utilice sistemáticamente protección solar adecuada y se hidrate la piel tanto como lo necesite. Si tu piel o la de tu hijo no soporta el sol (también ocurre, aunque es menos frecuente), evita la exposición a este, y no olvides ponerte protección sobre la hidratante siempre que salgas a la calle, incluso en días nublados (esta norma, en realidad, es de obligado cumplimiento para cualquier piel atópica).
La humedad ambiental equilibrada ayuda a mantener la propia, pero el exceso resulta también molesto e irritante, aunque las pieles resecas agradecen un entorno con un grado de humedad algo por encima de lo normal.
Cuando sea necesario, utiliza calentadores de aire para secar el ambiente o humidificadores para evitar la sequedad excesiva.
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Aire fresco y limpio.
Los ambientes bien ventilados y frescos evitan la acumulación de polvo, ácaros y otros alérgenos como los humos o las sustancias químicas en suspensión.
Es importante mantener los espacios aireados y limpios, como lo es realizar actividades al aire libre, en lugares con poca o ninguna contaminación.
Los productos de limpieza deben ser lo menos agresivos posible: muchas veces podrás sustituirlos por vinagre de manzana, bicarbonato, limón…
Evita los aerosoles, los ambientadores y todo lo que deje un fuerte olor en el ambiente.
En ocasiones, hasta la pintura de las paredes puede afectar a la piel dañada.
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La alimentación.
Una dieta sana y equilibrada, basada en alimentos frescos y naturales, que evite posibles alérgenos, irritantes y/o ingredientes potencialmente inflamatorios, no solo ayuda a la piel sino que, en muchos casos, la mejora significativamente, como atestiguan quienes han cambiado y adaptado su dieta, así como abundantes estudios sobre la relación entre patologías cutáneas y dieta.
No elimines productos naturales si no hay una alergia o una intolerancia.
El tabaco y el alcohol empeoran la atopia; evita los excitantes, las comidas picantes o muy calientes, los condimentos químicos (colorantes y conservantes, básicamente), cualquier tipo de azúcar o edulcorante artificial, las harinas refinadas, etc.
Encontrarás información detallada sobre la alimentación y la DA en nuestro artículo Relación entre alimentación y dermatitis atópica.
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Tejidos.
Desde la ropa interior hasta las tapicerías, pasando por la lencería doméstica, cualquier tejido que esté o pueda estar en contacto con la piel debe ser natural (o lo más natural posible en el caso de las tapicerías), transpirable, suave al tacto y fácil de lavar.
No olvides las alfombras, moquetas y los tapices. Si los mantienes en tu hogar y los limpias en seco, infórmate de qué productos utilizan en tu tintorería.
El algodón 100% es la mejor opción, pero también son buenas alternativas el lino, la seda, el cáñamo y otros materiales de origen vegetal.
Pon atención a costuras que puedan producir roces, quita las etiquetas y vigila también los tintes, que a veces contienen ingredientes alergénicos o irritantes.
Lava la ropa con detergentes suaves, no utilices lejía, suavizantes (sustitúyelo por vinagre de manzana) ni productos químicos agresivos para la limpieza de tapicerías.
Las prendas de cualquier tipo de lana pueden provocar alergias y picor; las sintéticas 100% impiden que la piel transpire, ocasionando sudor y olor corporal.
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Mascotas.
En general se aconseja evitar el contacto constante y la convivencia con cualquier tipo de mascota, pero lo cierto es que no siempre afectan a la piel atópica. Si lo hacen, hay que evitarlas; si no, la higiene de las mismas y de todas sus cosas es importante para alejar posibles desencadenantes.
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El dormitorio.
La dermatitis atópica suele dificultar y menoscabar la calidad del sueño.
El dormitorio debe ser un entorno propicio para el descanso, bien ventilado, fresco, limpio y libre de olores.
El exceso de calor puede producir sudor, que agrava el picor, las molestias y el estado general de la piel dañada, por lo que lo mejor es dormir sin demasiado abrigo.
Utiliza pijamas y ropa de cama de algodón.
Cuidado diario de la piel atópica
Una piel seca, quebradiza, inflamada y pruriginosa precisa de cuidados constantes que la protejan y faciliten su recuperación.
Esto supone mantener la piel limpia e hidratada.
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Higiene.
La ducha o el baño diarios son casi obligados, por la cantidad de crema hidratante o emulsión que necesita la piel y cuyos restos es importante retirar periódicamente. Si esto no te incomoda y no llevas una vida muy agitada, puedes ducharte en días alternos. El exceso de limpieza no favorece la recuperación de la piel y la priva de sus ya precarias defensas.
Utiliza agua templada, no alargues la ducha más de 10 minutos ni el baño más de 20, y no emplees manoplas, guantes ni cepillos.
Limita el jabón a las áreas en las que es estrictamente necesario; busca jabones, champús, suavizantes capilares, etc. neutros o ligeramente ácidos, sin detergentes ni perfumes, o especiales para pieles atópicas.
Sécate sin frotar, con toallas de algodón 100%.
No utilices colonias ni perfumes.
Utiliza espumas de afeitar y lociones aftershave que no irriten tu piel.
Pon el mismo cuidado a la hora de elegir desodorante, productos para el pelo (evita las lacas y cualquier aerosol), etc. y, si te depilas, no lo hagas con cremas ni por cualquier otro método irritante o agresivo con la piel. En pleno brote no te depiles nunca las zonas afectadas.
Algo muy importante es tener las uñas cortas y bien limadas, para evitar heridas en caso de rascado.
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Hidratación.
Da lo mismo lo que hagas con la piel atópica si no la hidratas tanto como necesite.
La hidratación aporta comodidad, reduce el picor, protege la piel y le da la oportunidad de restablecer su equilibrio.
Las DAs leves suelen estar controladas y ser llevaderas solo con los cuidados higiénicos básicos y una hidratación adecuada y constante; los casos moderados y graves necesitan más hidratación, para rebajar las molestias que originan, que van desde el picor hasta el dolor causado por las lesiones y grietas de la piel.
Incluso en los períodos asintomáticos, hay que aplicar crema sobre la piel al menos una vez al día, aunque lo óptimo es hacerlo dos, por la mañana y por la noche.
Elige el tipo y la textura que mejor se adapte a ti, que te resulte más cómoda. Los geles NO son una buena opción, porque no aportan la grasa que la piel atópica necesita. Tienes un análisis de las cremas para DA en el artículo Las mejores cremas para pieles atópicas: nuestra recomendación.
Hay muchas cremas y emulsiones que, sin ser medicamentos, son tratantes y especiales para pieles atópicas. Algunas pueden utilizarse cuando se está haciendo un tratamiento tópico, aplicando siempre este primero y, encima, la hidratante, pero otras no, así que asegúrate antes.
Es conveniente probar cada crema antes de aplicarla: la piel atópica es muy sensible y cada una responde de manera diferente, de forma que lo que alivia a una puede provocar reacciones adversas en otra.
En caso de infección, consulta la conveniencia de mantener o evitar las cremas hidratantes sobre la zona infectada.
La piel necesita sol, pero también protección. El protector solar es innegociable: aplícalo tantas veces como sea necesario y pruébalo antes (por si te irrita).
Tratamientos médicos
La medicina institucional no ha encontrado todavía una cura para la dermatitis atópica, y la cataloga como una enfermedad crónica no grave (en general) y no contagiosa.
Hasta ahora los tratamientos buscaban eliminar o paliar los síntomas, rebajar la intensidad de los brotes, su duración y la frecuencia en que se presentaban.
En los últimos años se han incorporado tratamientos biológicos que prometen cambiar las perspectiva desde la que, hasta ahora, se abordaba la DA y las expectativas de resultados para las manifestaciones más graves e insidiosas de la enfermedad.
La DA presenta muchos síntomas asociados a otras dolencias cutáneas, por lo que el diagnóstico debe estar ratificado por un médico y los tratamientos farmacológicos del tipo que sean han de estar recetados y supervisados por un profesional.
El tipo de tratamiento debe ser personalizado, y cambiará en función de la gravedad de cada caso y cada brote, su manifestación concreta (lesiones descamativas o supurantes, por ejemplo), su repercusión en la salud general (una infección), los factores ambientales, etc.
Es importante que facilites a tu médico o pediatra toda la información de que dispongas, incluso la que no te parezca relevante, que le hagas todas las preguntas que creas necesarias y que concretes un plan de acción inmediata ante la aparición de un brote, ya que cuanto antes se trate menores serán su duración y gravedad.
Cualquier tratamiento es seguro si, estando prescrito y supervisado por un facultativo cualificado, te ciñes a todas y cada una de sus instrucciones: cómo aplicarlo, cuándo y durante cuánto tiempo.
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Corticoides e inmunomoduladores.
Los corticoides han sido el tratamiento más utilizado para combatir los síntomas de la DA. Hoy en día se han sumado los inmunomoduladores al este primer frente. Son potentes reguladores de las respuestas inflamatorias e inmunes.
Ambos pueden administrarse por vía tópica, oral o inyectados.
Las dermatitis leves no suelen precisar de medicación, excepto cuando se presenta un brote especialmente virulento que, normalmente, responderá bien al tratamiento tópico.
Los inmunomoduladores tienen menos efectos secundarios a medio y largo plazo, pero no siempre consiguen los mismos resultados que los corticoides.
Aunque en el mercado existen pomadas y cremas de venta libre con corticoesteroides suaves y en dosis bajas, la recomendación es no utilizarlos sin asesoramiento médico, ya que la piel atópica es crónica, y el uso continuado de este tipo de medicamento, incluso en sus versiones más ligeras, puede llevar a un adelgazamiento dérmico, incrementando la fragilidad y vulnerabilidad cutáneas.
En cuadros moderados o graves será el facultativo el que decida qué tratamiento utilizar y durante cuánto tiempo.
La posibilidad de utilizar corticoides provoca reacciones en contra, pero son fruto de la falta de información real y contrastada. Bien utilizados son un aliado inestimable para conseguir una mejoría rápida y duradera, y han demostrado sobradamente ser seguros.
Los de cuarta generación resultan especialmente seguros para niños y lactantes.
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Inmunosupresores.
Son, como su nombre indica, medicamentos creados para reducir o eliminar la respuesta inmune desproporcionada.
El problema es que no son específicos, es decir, que actúan sobre el sistema autoinmune en general, disminuyendo o eliminando su capacidad de reacción.
Pueden administrarse por vía oral o parenteral (inyectados), siempre recetados y acompañados por un control periódico por parte del médico, que incluirá las consultas y analíticas pertinentes.
Se utilizan en casos moderados y graves que no responden a tratamientos menos radicales. Suelen ofrecer buenos resultados en poco tiempo y no pueden utilizarse en períodos muy prolongados por sus posibles efectos secundarios.
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Tratamientos biológicos.
Son realmente otro tipo de inmunosupresores, pero de última generación, que actúan inhibiendo la respuesta inflamatoria.
Se utilizan cuando los tratamientos más convencionales no han dado resultado, en DA graves y persistentes y bajo un estrictísimo control.
Dan buenos resultados y tienen pocos efectos secundarios, más allá del nada despreciable impacto sobre el sistema autoinmune.
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Fototerapia.
Es una opción más que el médico deberá valorar y prescribir, y que solo debe aplicarse en un entorno clínico: los rayos UVA y cualquier otro tipo de exposición a radiaciones utilizadas en cosmética, están contraindicadas absolutamente sin el conocimiento y el beneplácito de dermatólogo.
En algunos casos no es una alternativa viable ya que hay pieles atópicas que no la toleran en ninguna de sus formas.
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Antibióticos, antivíricos y antifúngicos.
No tratan la dermatitis, pero se utilizan cuando aparecen infecciones derivadas de esta, que serán también diagnosticadas por el médico. Tratarlas por tu cuenta puede agravar la infección y el estado de la piel: un antibiótico aplicado sobre una infección fúngica ayudará a que esta se afiance y propague.
Tratamientos alternativos y cuidados complementarios
Con frecuencia las personas con DA buscan tratamientos más allá de los que ofrece la medicina convencional, porque esta deja de proporcionarles alivio o porque tienen la esperanza de dar con una cura milagrosa.
No hay cura para la dermatitis atópica pero sí hay terapias que ayudan y, en algunos casos, dan muy buenos resultados.
Informa a tu médico y pídele asesoramiento: no necesitas su consentimiento pero es importante que sepa qué otros tratamientos o estrategias usas, a la hora de hacerte un seguimiento o plantear un tratamiento. Hoy en día son muchos los facultativos que incorporan y/o recomiendan algunas de estas terapias.
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Acupuntura.
Cuando la aplica un profesional serio y competente puede mejorar la piel atópica y aliviar notablemente la inflamación y los picores.
Pide referencias y observa si de verdad te funciona y te compensa.
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Homeopatía.
Según con quién hables, encontrarás posturas muy divergentes frente a esta disciplina. Hay detractores furibundos y defensores convencidos, entre otras cosas, por propia experiencia.
De nuevo, es importante que encuentres un profesional serio y competente y que evalúes si a ti te sirve.
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Aromaterapia.
Más que una cura es un complemento, una técnica que ayuda, entre otras cosas, a estar más relajado.
Antes de embarcarte en la compra de un equipo completo de aromaterapia, que puede ser costoso, pruébala y asegúrate de que la experiencia es grata y los productos no producen un empeoramiento de la piel.
Dado que se hace con aceites esenciales es importante que estos sean de calidad y 100% naturales.
Todas estas terapias son, en principio, inocuas: lo peor que puede pasar es que gastes dinero en balde.
Infórmate, encuentra asesoramiento serio y profesional y cerciórate de que los productos que adquieras son de calidad, ya que una cosa es que no te resulten útiles y otra, muy distinta, que sean lesivos.
Utiliza el sentido común: si no ves resultados déjalo.
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Otras terapias.
Hay muchas otras opciones que encontrarás si buscas o de las que te hablarán familiares, amigos y conocidos.
Intenta que la desesperación o el ansia de curarte no te lleven de flor en flor a probar una y otra sin descanso, porque esa misma ansiedad y desesperación pueden empeorar mucho tu piel. Recuerda que el estrés afecta muy significativamente la condición de la piel atópica.
Infórmate seriamente, aplica el sentido común y no te embarques en nada que pueda suponer un riesgo claro y real para tu piel o tu salud, por muchas promesas que te hagan. Piensa que si hubiera una cura real y milagrosa para la DA se sabría.
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Cuidados complementarios.
- Baños.
Los baños de mar, en general, mejoran la piel con DA, y más si van acompañados de una exposición al sol sensata y controlada.
Normalmente, los baños en piscinas no suponen un problema, pero tienes que probar si, efectivamente, el agua no resulta irritante o excesivamente resecante.
Después de uno u otro hay que aclarar la piel muy bien, hidratarla y protegerla del sol.
En casa puedes optar por baños con sal marina, vinagre de manzana, con plantas medicinales o con emolientes naturales, como aceites vegetales o esenciales (estos últimos siempre deben usarse diluidos y no directamente sobre la piel).
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- Infusiones.
Tomadas, aplicadas sobre la piel a modo de compresas frías o añadidas al baño. Reducen la inflamación, aminoran el picor, restablecen el pH de la piel, son desinfectantes y ayudan a recuperar la función de barrera cutánea.
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- Aceites vegetales y esenciales.
Por sus características son muy afines a la grasa que la propia piel produce y necesita.
Los vegetales puedes aplicarlos directamente sobre la piel o utilizarlos como vehículo para los esenciales. No producen reacciones alérgicas y alivian y dan elasticidad a la piel reseca propia de la DA.
Por el contrario, los aceites esenciales nunca deben ponerse directamente sobre la piel y pueden dar lugar a reacciones alérgicas o irritativas.
Como siempre, usa solo productos de calidad garantizada.
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- Remedios caseros.
A partir de aceites, infusiones, extractos y otros productos naturales, puedes hacer cremas de fácil elaboración en casa. Entre otras ventajas, son más económicas, controlas las calidad de los ingredientes y tienes la oportunidad de probar hasta dar con la mejor fórmula para ti o tu hijo.