

La dermatitis atópica afecta a un porcentaje cada vez más elevado de la población en países desarrollados y en entornos urbanos: hasta a un 30%, frente al 10-15% en zonas rurales y países en desarrollo.
Aunque no es contagiosa, normalmente no es grave y tiende a mejorar y hasta a desaparecer con el paso del tiempo, llega a afectar y alterar dramáticamente la rutina diaria de quienes la padecen y su calidad de vida.
Es una enfermedad predominantemente infantil. La mayoría de los casos se manifiestan en los primeros 5 años de vida (85%) y de estos, un porcentaje muy elevado durante el primer año (60%). Si tu hijo tiene piel atópica, no dejes de leer La dermatitis atópica en bebés y niños.
La incidencia en la población adulta es mucho menor (entre un 2% y un 10%, según países y zonas), pero sus manifestaciones son más graves y persistentes, y sus efectos en la vida social, laboral y personal pueden ser devastadores.
La mayoría de los casos obedecen a dermatitis infantiles que no han remitido, y sólo entre un 1% y un 3% son dermatitis de nueva aparición en la edad adulta, considerando esta a partir de los 12 años.
El clima parece jugar también un papel importante en esta patología: la repercusión es significativamente mayor en países y/o regiones frías, y un elevado porcentaje de enfermos mejoran considerablemente en verano, siendo la primavera y el otoño las peores épocas del año para ellos.
Causas, síntomas, diagnóstico y tratamientos de la DA
Antes de afrontar el picor, sus causas y las formas de abordarlo, es interesante conocer por encima la dermatitis atópica. Nuestro artículo Guía completa de remedios para la dermatitis atópica también puede servirte.
Causas
Aunque las causas de la dermatitis atópica no están todavía claras, hay varias cuestiones en las que parece haber un consenso generalizado:
- Es posible que tenga diversos orígenes, pese a que la manifestación sea la misma.
- Los factores hereditarios marcan una predisposición importante (hasta un 80% si ambos progenitores o sus familiares cercanos han tenido o tienen DA y/o alguna alergia), pero no determinante.
- Hay factores genéticos implicados, con mutaciones en uno o varios genes.
- Los factores ambientales son, según todos los indicios, los que acaban provocando la aparición de la dolencia y de sus característicos brotes.
- Puede darse en individuos sin antecedentes familiares: de hecho, puede darse en cualquier individuo.
- No es una alergia, pero en muchos casos va asociada a alguna o es el primer indicio de la posterior aparición de alergias. De hecho, está firmemente asociada al inicio de la llamada marcha alérgica, que termina con rinitis alérgica (fiebre del heno) y asma, acompañados también por conjuntivitis alérgica.
- No hay consenso sobre si se trata de una enfermedad puramente autoinmune, ya que no cumple con todos los criterios, aunque sí cursa con respuestas autoinmunes exacerbadas, y cada vez se tienen más evidencias de su relación con trastornos autoinmunes.
Sea cual sea la causa y la gravedad, en la piel atópica siempre hay un deterioro de las estructuras y funciones principales de la dermis, a saber:
- La función de barrera: La piel deja de ser un órgano protector y pasa a ser susceptible a todo tipo de alérgenos y patógenos, ya que su estructura se deteriora, haciéndola permeable y muy sensible a estos.
- La capa hidrolipídica: La humedad y el sebo naturales se pierden de forma desproporcionada, causando sequedad, colaborando al daño permanente de la barrera cutánea y alterando su pH, lo que a su vez redunda en una mayor irritabilidad y debilidad. Esta capa es también la que protege de las agresiones químicas.
- La capacidad de regeneración y curación: La piel la pierde, debido a las disfunciones previamente mencionadas.
- La respuesta autoinmune: Es desproporcionada, causando inflamación, irritación y comezón.
- La regulación térmica: Hay una reacción desmesurada a los cambios de temperatura, porque la piel es incapaz de cumplir su función termorreguladora eficazmente. El calor y el sudor, concretamente, suelen acentuar los síntomas, pero hay pieles atópicas hipersensibles al frío.
- La autoimagen y la autoestima: Son funciones psicológicas de la piel, difícilmente cuantificables, pero de gran impacto en la vida de muchos enfermos, hasta el punto de llevarles al aislamiento y la depresión.
Síntomas y diagnóstico
Los síntomas son muy variados, pero estos están presentes en todas o casi todas las pieles atópicas:
- Prurito: Un picor intenso y persistente, que se dispara en los peores momentos, aumenta por las noches y con el calor, y en ocasiones no desaparece del todo ni en los períodos de remisión.
- Xerosis cutánea: Una extrema sequedad de la piel, con la consiguiente descamación.
- Eczema: Inflamación que se manifiesta con rojez en la piel.
- Vesículas y/o pápulas: Pequeñas ampollas supurantes o lesiones elevadas de la piel de tamaño no superior a 1cm.
- Se suele manifestar en brotes, con períodos más o menos prolongados de remisión, en ocasiones total o casi total.
- Insomnio, cansancio, irritabilidad y depresión ocasionados por el picor, el dolor y el aspecto de la piel.
A estos pueden acompañar algunos otros, de forma menos generalizada.
La DA presenta manifestaciones muy distintas dependiendo de cada individuo, el entorno y el momento, de forma que una dermatitis leve curse con un brote moderado o grave, puntualmente, y una dermatitis grave remita o dé lugar a brotes más suaves.
Las manifestaciones y las zonas afectadas varían en función de la edad y también entre individuos.
El diagnóstico debe estar hecho por un médico y es clínico, lo que significa que no se precisan pruebas analíticas de ningún tipo para realizarlo. Eso sí, hay de descartar otra posible patología cutánea, de ahí la importancia del dictamen profesional.
Será el facultativo el que determine la pertinencia de pruebas alérgicas, autoinmunes o de otro tipo.
Tratamientos
Dado que se considera una enfermedad crónica y no curable, hoy por hoy, los tratamientos intentan atenuar sus síntomas, prevenir y distanciar los brotes y mitigar el impacto en la vida cotidiana.
Durante la manifestación de un brote, los tratamientos médicos comprenden medicamentos tópicos como las cremas o pomadas con corticoides o inmunomoduladores para los casos leves o moderados, que a veces responden muy bien a esta terapia.
Los casos más graves o persistentes se tratan con medicación oral y/o parenteral: corticoesteroides, inmunomoduladores, inmunosupresores o tratamientos biológicos.
Muchas pieles atópicas responden muy bien a la fototerapia, y en algunos casos son indicadas las vendas húmedas.
Los antibióticos, antivíricos y antifúngicos se utilizan cuando aparecen infecciones o sobreinfecciones.
Cuando hay alergias asociadas, los antihistamínicos alivian los síntomas y llegan a suponer una mejoría apreciable. Se recetan asimismo para tratar el picor y mejorar el descanso (antihistamínicos de primera generación, sobre todo, que suelen producir somnolencia), aunque no han demostrado su eficacia en la consecución de estos resultados.
Cualquier tratamiento deberá estar recetado y supervisado por un profesional de la salud, que será quien qué, cuándo, cómo y durante cuánto tiempo tiene que ser aplicado.
Es vital seguir las indicaciones médicas al pie de la letra, para asegurar resultados y evitar posibles efectos secundarios.
Cuidados de la piel atópica
Tan importante como cuidar y tratar la piel durante la aparición de los brotes que caracterizan a la DA, lo es adquirir hábitos cotidianos, encaminados a facilitar la regeneración cutánea en todos los aspectos, distanciar las recidivas y hacerlas lo menos virulentas posible.
Estos hábitos comprenden, como primera línea de ataque, mantener la piel limpia e hidratada y, luego, asegurar las mejores condiciones ambientales para evitar posibles desencadenantes, y han demostrado su eficacia e influencia en la calidad de vida de los enfermos, hasta el punto de que se está planteando la necesidad de instruir sistemáticamente a los pacientes y sus familias, a fin de conseguir y afianzar las mejorías y reducir los gastos sanitarios derivados de la DA.
Limpieza e hidratación
Son los dos pilares en los que ha de basarse el cuidado de la piel atópica todos y cada día del año.
Ante la incapacidad de una respuesta adecuada al entorno y sus potenciales amenazas, asegurar la higiene de la piel no es una opción, sino una obligación.
Pero con mucho cuidado: un exceso de aseo puede comprometer más aún la integridad cutánea y provocar un empeoramiento. Es conveniente asegurar que esto no ocurre y que todas las medidas contribuyen a mejorar y mantener el equilibrio de la piel.
La mayor incidencia de DA en entornos “civilizados” apoya la hipótesis de la higiene excesiva, que postula que la limpieza en demasía priva a la piel de su protección y defensas naturales.
Es primordial tener las uñas cortas y bien limadas, para delimitar el posible daño causado por el rascado.
Por otro lado, el uso de emulsiones en forma de lociones, cremas, pomadas y ungüentos ayudará a proteger la piel, aportando la humedad y grasas necesarias, así como ingredientes que contribuyan a su regeneración y la recuperación de sus funciones.
La ducha o el baño pueden ser diarios o en días alternos, dependiendo del estado de la piel, el tipo de tratamiento y el gusto de cada uno. Así, los tratamientos muy untuosos igual requerieren un lavado diario para retirar los restos antes de aplicarlos de nuevo; en pleno brote hay pieles que precisan cierto reposo que les proporcione tiempo para recuperarse, por ser o estar especialmente sensibles incluso al agua.
Siempre con agua templada, de no más de 35º de temperatura, y no excediendo la exposición a la misma más de 10 minutos si es una ducha, o 20 si se trata de un baño.
Para los bebés y los niños el momento del baño suele ser de relax y descanso, ya que la piel no pica dentro del agua, y los baños pueden aprovecharse para tratar o aliviar la piel, como veremos más adelante.
Una piel atópica, incluso cuando está asintomática durante períodos prolongados de tiempo, necesita una constante hidratación, para mantener su elasticidad y garantizar su capacidad de defensa y reposición.
Por lo tanto, es imprescindible aplicar algún tipo de emulsión al menos dos veces al día. Uno de los mejores momento para hacerlo es justo después de la ducha o el baño, con la piel aún húmeda, para facilitar y mejorar la penetración de la crema elegida, siendo este también el momento óptimo para poner cualquier tratamiento tópico, siempre antes de la hidratación.
Tanto para la limpieza como para la hidratación hay que optar por productos de formulaciones lo más simples y naturales posibles, exentos de perfumes, con el mínimo de conservantes y sin colorantes, con un pH algo ácido, como lo es el manto lipídico cutáneo.
Los jabones deben ser sin detergentes (los syndet); es mejor limitar su uso a las zonas del cuerpo donde son imprescindibles; hay que extenderlos con las manos, sin esponjas, manoplas u otros utensilios que lleguen a dañar la piel, incluso a nivel microscópico.
Las cremas, aplícalas con suavidad, si estirar la piel. Si las vas a poner sobre la piel de un bebé o un niño, caliéntalas antes, frotándolas entre las manos.
Ten cuidado y prueba todos los productos antes de usarlos, porque muchos producen reacciones e irritación, pese a estar diseñados para pieles atópicas. Es más, a veces causan problemas y otras no, aunque si alguno te ha producido malestar o reacciones adversas es mejor que lo descartes definitivamente.
Por descontado, tienes que aplicar estas norma para cualquier producto de higiene tuyo o de tu hijo: toallitas, pañales, desodorantes, cosméticos, aftershaves, etc.
No abuses de las cremas con corticoides de venta libre (hidrocortisona, normalmente), porque estos tienen un efecto acumulativo, y el exceso produce adelgazamiento de la piel en ocasiones, con consecuencias poco halagüeñas.
Utiliza siempre toallas de algodón y no frotes al secar.
Descarta el uso de colonias y perfumes.
Condiciones ambientales
Comprenden y abarcan todas las circunstancias externas que contribuyen a agravar o mejorar el estado de una piel atópica.
Está constatado que estas condiciones son determinantes en el debut y posterior desarrollo de la DA.
En ocasiones es fácil determinar cuáles son, y en otras resulta casi imposible hacerlo. Entonces, es de gran ayuda llevar un diario en el que se registren exhaustivamente detalles que arrojen luz sobre qué empeora y qué mejora el estado de la piel.
Esto es especialmente conveniente cuando quien padece la enfermedad es un bebé o un niño pequeño.
- La alimentación. Cada vez está más clara la relación entre alimentación y salud, en general, y en enfermedades de la piel, autoinmunes y/o de origen alérgico, en particular (consulta Relación entre alimentación y dermatitis atópica).
La alimentación, cuando hay piel atópica, debe ser variada, sana y equilibrada, sin restricciones, a no ser que se tenga constancia fehaciente de una alergia o intolerancia alimentaria concreta.
No se trata tanto de qué comer como de qué tipo de alimentos y complementos evitar o limitar.
Son estadísticamente poco relevantes los casos en que la DA es producto de una alergia -alimentaria o de cualquier otro origen- y la enfermedad desaparece al detectar el alérgeno y evitarlo.
En líneas generales, hay que reducir al mínimo o excluir productos excitantes, los colorantes y conservantes químicos, el azúcar y las harinas refinadas.
En numerosos casos, sobre todo en bebés y niños pequeños, la limitación o eliminación de la leche de vaca y sus derivados marca una diferencia, mejorando el estado general de la piel.
Una correcta y constante hidratación es fundamental. Bebe agua, infusiones, zumos naturales y evita el alcohol, que es deshidratante, las bebidas excitantes, así como los zumos envasados y los refrescos, que contienen cantidades desproporcionadas y nada saludables de azúcares refinados de todo tipo. Los sustitutos del azúcar no son mejores opciones, a no ser que se trate de estevia, miel natural o azúcar morena.
- Temperatura y humedad. Como ya hemos apuntado, en verano la atopia cutánea suele mejorar ostensiblemente, y en primavera y otoño tiende a empeorar. Aun así, hay pieles que desmejoran en cuanto aparece un conato de frío.
Por otro lado, las temperaturas extremas, en uno u otro sentido, afectan negativamente, y el sudor empeora mucho la piel y los picores.
Lo ideal es una temperatura media, tirando a algo fresca, y un grado de humedad ligeramente por encima de la media, que contribuirá a una sensación más cómoda.
- Productos químicos. Comprenden desde el humo o los ambientadores, a todo producto que se utilice en la limpieza personal o del hogar.
Hay que comprar jabones, detergentes, etc. sin perfumes, sin alcohol, neutros o ligeramente ácidos, con la menor cantidad posible de ingredientes; intentar sustituir los productos industriales por naturales; excluir los vaporizadores y pulverizadores; hacer un aclarado extra de la ropa, sobre todo de la que esté en contacto directo con el cuerpo; mantener los espacios limpios y ventilados; primar el uso del aspirador, etc.
- Tejidos. La ropa debe ser de tejidos naturales, de preferencia 100% algodón, lino o seda, cómoda y holgada.
Las lanas de todo tipo pueden producir irritación y prurito, así que hay que evitarlas tanto en prendas de vestir como en el ajuar del hogar.
Hay que vigilar la composición de la ropa de casa y las tapicerías, buscando la más natural.
- El estado de ánimo. No hay duda de que es uno de los factores que más influyen en el estado de la piel, de ahí la importancia de tener un equilibrio psicológico y emocional, lo que, en ocasiones, resulta menos fácil para quienes padecen DA, a causa del picor y del impacto social de su aspecto.
Aprender a manejar y enfrentar la ansiedad o la depresión es básico: practicar técnicas de relajación, de meditación, de cambio de hábitos, o recurrir a un profesional son algunas de las posibles soluciones para el estrés diario.
- La observación consciente del entorno. Te ayudará a detectar otros posibles desencadenantes o agravantes, así como a concretar las mejores condiciones para llevar una vida lo más normalizada posible.
El picor en la dermatitis atópica
El origen del picor puede ser múltiple y difícil de determinar.
Sin embargo, cuando se trata de la DA, hay sobradas causas para justificar el constante y desesperante prurito, que llega a condicionar absolutamente la vida de los pacientes y que sumarse al dolor, el escozor e, incluso, la sensación de quemazón.
Sin descartar otras posibles fuentes, todas y cada una de las características de la piel atópica explican y provocan la constante comezón:
- La sequedad y la inflamación cutáneas.
- Las microfisuras y las grietas en la piel.
- La permeabilidad e irritabilidad por la falta de defensas y la barrera cutánea dañada.
- Las infecciones derivadas.
- La reacción desproporcionada a cualquier factor ambiental.
Es evidente que el rascado no es la solución, pero es más fácil decirlo que llevarlo a la práctica, porque suele ser inconsciente y se produce incluso durante el sueño, a veces con resultados catastróficos.
Existen dos problemas asociados indefectiblemente al picor:
- El bucle picor-rascado-más picor-más rascado. Es un círculo del que es difícil salir, pero es fundamental hacerlo para evitar males mayores. Los estudios demuestran lo que todos sabemos por experiencia: el alivio momentáneo da paso, de forma casi inmediata, a una comezón mayor y más intensa.
- El cuerpo tiene memoria del picor, como la tiene del dolor, por lo que, existen casos en los que, aun eliminada la causa fisiológica, la sensación persiste y, por lo tanto, también la compulsión de rascarse. De hecho, es más un síntoma neurológico que meramente físico, de etiología desconocida y muy compleja. Hay estudios que establecen la relación entre el prurito y la serotonina, pero aún no han dado lugar a una terapia efectiva, ya que el cuerpo necesita la serotonina para llevar a cabo funciones vitales.
Los médicos que tratan la DA saben que su prioridad tiene que ser eliminar o paliar el prurito en el paciente, para mejorar su calidad de vida y soslayar consecuencias que agraven la dolencia. Consulta con el tuyo, comunícale tus dudas e infórmale de cualquier tratamiento no médico que hayas probado o vayas a probar.
Tratamiento específico del picor en la DA
Empecemos por lo más evidente, que muchas veces se nos escapa: decirnos o decir a quién se rasca continuamente que no lo haga no solo no sirve para nada, sino que suele aumentar el estrés, llevando a resultados contrarios a los deseados.
No es fácil tratar con éxito el picor por varios motivos:
- Puede tener su origen en una o varias causas físicas o fisiológicas no siempre fáciles de determinar.
- Es una percepción muy subjetiva y personal, imposible de cuantificar objetivamente.
- Los tratamientos presentan resultados absolutamente dispares, dependiendo de la causa, el sujeto y las condiciones, tanto endógenas como exógenas, difíciles de fijar y controlar.
Aquí vamos a intentar ofrecer soluciones o paliativos para el picor atópico, lo que significa que no van a funcionar necesariamente cuando el prurito tenga causas diferentes.
No todos los remedios que proponemos van a funcionar para todo el mundo ni de la misma forma. De hecho, es posible que lo que da buenos resultados un día, sea totalmente infructuoso otro.
Prueba las soluciones que más fáciles o cómodas te resulten y cambia cuando dejen de ser efectivas en tu caso concreto.
Utiliza el sentido común y no permitas que la desesperación te lleve a probar todo lo que encuentres o te cuenten: muchos enfermos de DA podrían contarte, en primera persona, lo contraproducente y peligroso que es hacerlo.
Tratamientos médicos.
Ninguno de los mencionados es un tratamiento específico para el picor, pero todos afectan a este, ya que reducen la inflamación y mejoran el estado general de la piel, a veces de forma muy rápida y notoria.
La aplicación de cremas o pomadas con corticoides suele dar resultados buenos e inmediatos, pero los corticoides no son un tratamiento contra el picor y su abuso está absolutamente contraindicado en cualquier situación.
Los anestésicos locales sirven de ayuda en algunos casos de prurito, pero pueden producir reacciones adversas, dependiendo del sujeto y/o de las dosis. Su uso debe estar prescrito y controlado por el médico. No son un tratamiento muy común.
Las sustancias con efectos refrescantes, como el mentol, producen alivio, pero hay que vigilar la concentración (nunca superior al 5%), ya que en dosis elevadas llegan a ocasionar una importante irritación.
Se ha comprobado la eficacia de algunos antidepresivos y otros medicamentos utilizados por la psiquiatría y la neurología en el tratamiento del prurito crónico, aunque todavía no existen estudios suficientes y, en todo caso, será el facultativo el que tome la decisión, tras valorar un caso concreto.
Hay tratamientos para picores no atópicos que no solo no son indicados, sino que llegan a ser muy contraproducentes, así que no te dejes guiar por opiniones ni experiencias ajenas, y confía en tu médico.
Otros remedios y trucos.
Hay muchas cosas que puedes hacer para mejorar el picor.
Quizá lo primero de todo sea tomar conciencia del mismo y de la frecuencia e intensidad con que te rascas: está demostrado que esto ayuda a reducir y controlar el rascado.
De todo lo que vamos a proponerte, quédate con lo que te resulte mejor, o más fácil y cómodo a la hora de incorporarlo a tu vida cotidiana. Por favor, no te pongas a probarlo todo, entrando en una búsqueda desesperante que te cree más estrés, lo que no contribuirá a hacer que te sientas mejor.
Adquiere la costumbre de probar todos los productos, y en cada ocasión, antes de empezar a utilizarlo de forma regular. Tú, mejor que nadie, sabes que tu piel no reacciona siempre de la misma forma necesariamente.
Cuando algo no te funcione o deje de hacerlo, prueba algún otro método, pero nunca descartes ninguno: recuerda que, en la dermatitis atópica, nada es definitivo.
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Cremas emolientes.
Búscalas con componentes antiinflamatorios y calmantes de origen natural, o añádelos tú en forma de aceites esenciales.
Póntelas tantas veces al día como necesites, porque la piel nutrida y elástica pica menos.
Tienes información detallada en Las mejores cremas para pieles atópicas: nuestra recomendación.
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Aceites vegetales.
Se extraen de las semillas u otras partes de los vegetales.
En alimentación se utilizan los obtenidos por diversos métodos de prensado, que influyen directamente en la calidad final y el precio, o o por decantación.
Los métodos químicos se usan para la extracción de aceites para uso industrial y está claro que no debes usar estos últimos sobre la piel bajo ningún concepto.
Puedes tomarlos con las comidas, ampliando las opciones de tu despensa, además de aplicártelos sobre la piel. Sus maravillosas características le aportarán nutrientes imprescindibles.
Tienen una alta compatibilidad con nuestros tejidos y solo en muy contadas y excepcionales ocasiones producen reacción por contacto. Utilízalos tantas veces al día como quieras, sin restricciones, y si los extiendes bien -sin frotar ni estirar la piel-, no tienen por qué dejar sensación pringosa en cuanto la piel los absorba.
Aportan hidratación y elasticidad, efectos calmantes, antiinflamatorios, regeneran la piel, equilibran el pH, aportan vitaminas y minerales y son antimicrobianos.
Algunos, como el de coco, el de cacao o el de kartité, al ser grasas saturadas, se presentan como mantecas a temperatura ambiente, pero se licuan fácilmente en contacto con el calor corporal y se extienden muy bien.
Cuanto menos procesados estén, mejor, porque aportarán más y mejores componentes a la piel.
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- Aceite de jojoba.
- Aceite de rosa mosqueta.
- Aceite de oliva.
- Aceite de girasol.
- Aceite de soja.
- Aceite de canola o colza.
- Aceite de maíz.
- Aceite de argán.
- Aceite de caléndula.
- Aceite de almendras.
- Aceite de sésamo.
- Aceite de arroz.
- Aceite de cáñamo.
- Aceite de ricino.
- Aceite de amapola.
- Manteca de karité.
- Manteca de cacao.
- Manteca o aceite de coco.
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Aceites esenciales.
Se obtienen de diferentes partes de las plantas (raíz, tallos, hojas, flores, etc.) y por diversos procesos, desde la destilación a la presión, pasando por la maceración y otros, pero todos ellos físicos, nunca químicos.
No son estrictamente aceites, de hecho no son oleosos, y sería quizá más correcto hablar de esencias.
Todos ellos son antisépticos. Pueden, además, ser antiinflamatorios, regeneradores, equilibrar el pH, restablecer la barrera lipídica, ayudar a la regulación de la humedad y la grasa dérmicas, actuar como inmunomoduladores y aportar beneficios, a veces muy sutiles pero significativos, a la piel.
Presentan la ventaja añadida de brindar aromas intensos y de efectos curativos y paliativos comprobados, por lo que es mejor que elijas aquellos cuyo olor te guste especialmente o te produzca sensaciones gratas y relajantes.
No se deben aplicar directamente sobre la piel, así que hay que mezclarlos, en cantidades muy pequeñas, con aceites vegetales o cremas. Consulta las cantidades y proporciones a usar, que varían en función del aceite, del fabricante, etc.
Algunos se pueden ingerir, y si los añades a tus ensaladas y otros platos, darás variedad en aroma y sabor a estos.
Son muy volátiles y sensibles a la luz, por lo que están envasados en recipientes oscuros u opacos. Desconfía de otro tipo de envases.
Busca esencias de calidad o estarás tirando el dinero y poniendo en tu piel elementos no deseados, como alcoholes o productos derivados del petróleo. Y ten en cuenta que las más caras no son necesariamente las mejores.
Te dejamos una pequeña lista, a modo orientativo, pero si quieres usarlos te recomendamos que investigues y busques asesoramiento profesional, para sacar lo mejor de cada uno.
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- Caléndula.
- Rosa mosqueta.
- Árbol del té.
- Hamamelis.
- Equinácea.
- Árnica.
- Naranja.
- Limón.
- Mandarina.
- Orégano.
- Corteza de espino cerval.
- Llantén.
- Tomillo.
- Romero.
- Cúrcuma.
- Lavanda.
- Regaliz.
- Canela.
- Palmarosa.
- Pontetilla.
- Tila.
- Cardiospermum.
- Té negro.
- Flor de saúco.
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Resinas.
Son sustancias secretadas por las plantas -generalmente árboles o arbustos-, cuando estas tienen “heridas”, para protegerlas y ayudar a la regeneración de la corteza.
Las hay de muchos tipos y con diferentes características, como las solubles en agua, o las de aspecto gomoso, como el látex natural.
Sus propiedades medicinales y curativas se conocen desde la antigüedad y se han utilizado en muy diversas formas.
Para su uso tópico se pueden adquirir en su forma original o como aceites esenciales. No recomendamos las tinturas porque el vehículo de estas es el alcohol.
Son antisépticas, cicatrizantes, aceleran los procesos de regeneración de los tejidos (hasta 20 veces más rápidamente en el caso de la sangre de drago), antiinflamatorias, calmantes, balsámicos, bactericidas, hidratantes, etc.
Algunas de las más conocidas y utilizadas:
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- Incienso.
- Mirra.
- Benjuí.
- Pino.
- Sangre de dragón.
- Copaiba.
- Mastiha.
- Benjuí.
- Abedul.
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Plantas medicinales.
Sus beneficios para la piel son conocidos desde la antigüedad: antiinflamatorios, calmantes, desinfectantes, regeneradores, cicatrizantes, hidratantes, protectores, etc.
Se pueden ingerir en forma de decocciones, infusiones o tisanas, añadiéndolas a los zumos en la licuadora, o como complemento de las comidas; aplicar tópicamente mediante compresas, incorporándolas al baño después de cocerlas unos minutos en agua, o como aceites macerados.
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- Preparar aceites macerados.
Añade 100 g de la planta que hayas seleccionado, ya seca, a un litro de aceite.
Deja macerar en un lugar seco y fresco durante 40 días, removiéndolo suavemente de vez en cuando.
Filtra el aceite y guárdalo en envases de vidrio opacos y lejos de la luz directa.
Úsalo con la frecuencia que quieras o necesites.
El gel de áloe vera, extraído directamente de la planta y enfriado, alivia el picor, reduce la inflamación y restablece el equilibrio cutáneo.
El pepino rallado y enfriado, aplicado directamente sobre la piel, desinflama y calma el picor de forma inmediata. Pruébalo: te sorprenderá. Escúrrelo antes si la pasta te queda excesivamente acuosa y, si quieres, aprovecha el líquido para hacer compresas o ponerlo directamente sobre la piel.
Una pasta hecha con plátano maduro machacado, a la que puedes sumar una o dos cucharadas de yogur natural sin azúcar añadido y frío, también aliviará mucho el picor intenso.
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Compresas frías.
La aplicación de compresas frías empapadas en diversas sustancias proporciona un alivio inmediato del picor, reduce la inflamación y ayuda a la piel a recuperar su estructura y sus funciones básicas.
Hazlas con plantas medicinales o avena, hirviéndolas en agua, deja enfriar en la nevera y empapa gasas o toallas finas en ella, poniéndolas directamente sobre la piel. Mantenlas entre media hora y tres horas.
El vinagre de manzana, la sal o la lejía son otras opciones. Úsalos siempre diluidos y haz una prueba antes. No dejes las compresas sobre la piel más de 20 minutos.
Elige en sistema que prefieras: mojar el tejido y meterlo así en la nevera, o enfriar primero la infusión e ir empapando la tela una y otra vez, según vaya secándose y perdiendo frío.
Puedes mojarlas solo en agua o aplicar frío directamente, con hielo e incluso con alimentos congelados envueltos en un paño, nunca en contacto directo con la piel.
Mantener las cremas y emolientes en la nevera es un buen truco para conseguir alivio extra.
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Baños.
Convierte el baño en una oportunidad para tratar la piel y relajarte, añadiendo al agua:
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- Sal marina pura, es decir, sin antiaglomerantes ni otra sustancia añadida. Puedes poner hasta un 20 % de sal. La sal marina contiene elementos afines con la piel y el organismo, como minerales y vitaminas, es antiinflamatoria, cicatrizante y ayuda a restablecer el equilibrio de la microbiota cutánea. Aclara bien antes de salir para eliminar los restos, ya que estos resecan mucho la piel, provocando picor y tirantez.
- Bicarbonato sódico. Una o dos tazas agregadas al agua del baño; o prepara una pasta con agua y déjala sobre la piel durante 10-15 minutos.
- Vinagre de manzana, preferentemente ecológico: hasta dos tazas por baño (en una bañera de tamaño medio). Es un potente antiinflamatorio, equilibra el pH y protege de posibles infecciones, entre otros beneficios. Ya sabes, aclara antes de salir.
- Lejía. Aunque te pueda sonar chocante, un par de tazas añadidas al baño da muy buenos resultados en muchas pieles atópicas. Los estudios al respecto no son concluyentes, pero sí está claro que, por norma general, no supone ningún riesgo, así que tendrás que hacer la prueba si el picor te desespera. La lejía normaliza el equilibrio cutáneo, previene de posibles sobreinfecciones y ayuda a mejorarlas. Enjuaga bien antes de terminar, con una ducha ligera (sin jabón).
No es conveniente emplear lejía más de dos o tres veces por semana.
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- Emolientes, como aceites naturales, esenciales, o preparados especiales para pieles atópicas. En este caso, es mejor no aclarar y dejar los restos en la piel, que ayudarán a hidratarla.
- Plantas medicinales, en infusión o cocción. Hierve 100 g de una o varias plantas en un litro de agua, déjalo reposar al menos 5 minutos, cuélalo o fíltralo y agrégalo al agua del baño.
- Avena coloidal. Conocida por su intenso poder calmante, la avena es siempre un aliado de la piel irritada y dañada.
Puedes cocer copos de avena en agua o bien optar por algún producto hecho a base de este cereal.
Cuando vayas a utilizar sal, vinagre o lejía, haz antes una prueba para evitar sorpresas: aunque los tres son muy seguros, la atopia vuelve especialmente sensible la piel y es mejor no correr riesgos. Por supuesto, no pongas ninguna de estas sustancias en contacto directo con la dermis.
Si te preguntas si los baños de mar o de piscina están indicados, la respuesta es sí, con las precauciones adecuadas, es decir, comprobando que no te irritan o empeoran. Esta medida está aún más indicada en piscinas, porque no todas las aguas son iguales ni todas las piscinas tienen el mismo tratamiento para mantenerlas limpias. El agua salada es siempre mejor, sin duda.
Usa siempre protección solar, antes y después del baño (recuerda, primero la hidratante y luego el protector) y aclara muy bien al salir para retirar cualquier resto de sal o cloro.
Los balnearios son una alternativa a tener en cuenta a la hora de planificar las vacaciones. Los hay especializados en el cuidado y tratamiento de la piel.
Una sesión de Spa periódicamente o como extra puede mejorar tu piel y ser muy relajante. Cerciórate de que eliges tratamientos adecuados y beneficiosos.
- Miel. Sus propiedades curativas, conocidas y aprovechadas desde la antigüedad, la hacen ideal como tratamiento cutáneo, ya optes por ponértela directamente o diluirla un poco con agua.
La única condición es que te asegures de comprar miel pura sin procesar, porque la mayoría de las mieles que hay en el mercado están adulteradas con jarabes y otras cosas que, lejos de sanar, pueden hacer que empeores.
- Prendas húmedas, siempre de algodón (el lino, e incluso la seda, pueden quedar rasposos cuando se secan y rozar o arañar la piel).
Esta técnica da muy buenos resultados: alivia el picor y las molestias, rehidrata y permite a la piel recuperar parte de sus funciones. No está indicada si existe una infección hasta que esta haya quedado resuelta.
Moja la o las prendas en agua y escúrrelas, póntelas y coloca encima otra u otras prendas de algodón secas. Se pueden mantener durante horas o toda la noche.
- Técnicas de relajación, como meditación, o mindfulness. La práctica continuada de estas lleva a cambios de hábitos y ayuda a tomar conciencia del rascado y controlarlo.
- Ejercicio o deporte, siempre moderados, para evitar el exceso de sudoración, que empeora la atopia. Dúchate inmediatamente después y ponte crema.
En este apartado incluimos tai-chi, yoga y otras disciplinas que combinan la actividad física con el entrenamiento mental.
El ejercicio y el deporte estimulan la producción de neurotransmisores y hormonas como la dopamina o las endorfinas, que estimulan y propician las sensaciones de bienestar y tienen efectos calmantes y relajantes.
- Acupresión. Dobla el brazo izquierdo, sitúa la mano derecha en la parte externa del codo, palpa la parte superior del músculo del antebrazo y masajea ahí con la punta de los dedos durante 3 minutos, firmemente, mientras respiras profundamente.
Esto reducirá el picor en cualquier parte del cuerpo, según demostró un estudio llevado a cabo en la Universidad de Northwestern.
- Hipnosis. Resulta efectiva para reducir y aprender a controlar el picor. Es importante que acudas a un profesional cualificado.
- La acupuntura ha demostrado ser un complemento muy valioso de diversas terapias. Muchos médicos la utilizan como coadyuvante, así que puedes consultar con el tuyo para que te refiera a un experto.
- Técnicas psicológicas que puedes aprender con un profesional especializado. Entre estas están la terapia de reeducación o modificación conductual y de pensamiento, el control de activación de las respuestas, etc.
Una técnica que ha arrojado sorprendentes resultados es la del “miembro fantasma”. Hay sólidos estudios que demuestran que rascar el miembro que no pica frente a un espejo, con el fin de “engañar” al cerebro, haciéndole creer que se rasca el miembro afectado, funciona muy bien en muchas ocasiones, y proporciona alivio.
Entre otros motivos, funciona porque, si el picor es básicamente neurológico, una respuesta dirigida a burlar al cerebro tiene sentido.
- Otros trucos fáciles, aparentemente muy simples y tontos, pero que también dan resultado tantas veces como para tenerlos en cuenta.
- Dar golpecitos suaves en vez de rascar.
- Rascar alrededor de la zona que pica y que no está erosionada.
- Frotar muy suavemente la piel con la palma de la mano.
- Rascar algún objeto. De nuevo aprovechamos la necesidad que tiene el cerebro de rascar y que este relacione cualquier acción de rascado con el alivio.
- Apretar y soltar los puños alternativamente.
- Mantener las manos ocupadas con alguna actividad que te entretenga y te guste, desde tocar un instrumento a cocinar, por ejemplo.
La noche es el peor momento
Como ya hemos comentado, la DA altera los patrones de sueño y descanso, deteriorándolos y afectando, a veces de forma determinante, a la vida cotidiana, provocando irritabilidad y cuadros depresivos o de ansiedad.
No se conoce bien el porqué de este fenómeno, que se relaciona con la creciente producción de histaminas en el organismo a lo largo del día, producción que se incrementa de forma natural a última hora del día y se prolonga durante la noche, aunque se sospecha que puede haber otras causas, entre estas, la renovación cutánea nocturna, que acelera el ritmo de renovación celular y descamación naturales, más intensos en pieles dañadas.
Las histaminas son unas potentes moléculas inflamatorias que se comportan como hormonas y neurotransmisores y que, entre otras cosas, actúan como vasodilatadores, al igual que el calor, lo que propicia el aumento de la sensación de picor. Hay alimentos que las contienen en cantidades mayores, así que una medida a tomar en evitar estos por la tarde y la noche.
Entre los alimentos ricos en histaminas destacan:
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- El queso curado en particular y los lácteos en general.El alcohol.
- La clara del huevo.
- Los cereales como el trigo.
- Algunas frutas como las fresas o los cítricos, productos de la huerta como el tomate y frutos secos como los cacahuetes o las nueces.
- Pescado fresco, en conserva o ahumado.
- Marisco.
- Carnes ahumadas y embutidos.
- Carne de aves.
- Productos fermentados o encurtidos.
- Soja y sus derivados.
- Chocolate.
- Vainilla, canela y otros condimentos.
- Algunos colorantes y conservantes.
Por lo tanto, una primera precaución consiste en evitar este tipo de alimentos por la tarde/noche.
Instaurar una rutina cotidiana a la hora de ir a la cama es una buena estrategia: repetir el ritual relaja la mente y el cuerpo, preparándolos para el descanso.
Un baño antes de dormir, la aplicación de una crema más grasa y con ingredientes calmantes, tomar una infusión como tila o valeriana, mantener la habitación fresca y ventilada, leer antes dormir o practicar alguna técnica de relajación ayudarán a propiciar el descanso.
No consumas somníferos, ni siquiera de los que se despachan sin receta, sin haberlo consultado con tu médico.
La melatonina ayuda a conciliar el sueño y descansar mejor (eso es, no olvides preguntar un profesional de la salud), pero hay que tomarla en dosis controladas para evitar efectos secundarios indeseados.
Si no puedes controlar rascarte o que tu hijo lo haga por las noches, utilizar guantes o manoplas de algodón para dormir es una opción.
Un muy breve resumen
- Intenta evitar el rascado.
- Ve siempre de la mano de tu médico. Si este no te convence o no te gusta, cámbialo. En España la elección de facultativo es libre (Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad), así que ejerce tu derecho en pro de tu calidad de vida, pero no prescindas del acompañamiento y asesoramiento de este.
- Prueba tratamientos, técnicas y trucos hasta dar con los que mejor te vayan, y cambia si dejan de funcionar, pero no te vuelvas loco probando todo lo que te comenten, digan, veas, leas… si no quieres empeorar por estŕes y frustración.
- Recuerda que lo que no sirve en una ocasión puede hacerlo en otro momento: no hay una norma fija para ninguna piel atópica.
- Busca el menor estrés posible y los momentos de relax y disfrute.
- Si el picor te está torturando coméntalo con tu médico e insiste en que te se implique en encontrar algún alivio para tu situación.
- Si la comezón altera tu estado anímico no dudes en pedir ayuda a un profesional -psicólogo o terapeuta- que pueda orientarte en todos los aspectos y acompañarte en los peores momentos.
- Intenta llevar una vida ordenada, sana y equilibrada.
- Cuida el entorno en casa y en el trabajo.
- Selecciona lugares de vacaciones con un clima propicio y agradable para tu piel o la de tus hijos.